Apasionamiento partidista
Lo que en algunos se llama libertad, en
otros se conoce como libertinaje.
Quintiliano
José Fonseca
En todas las democracias modernas los funcionarios, aun los jefes de gobierno y de Estado, tienen el derecho a hacer proselitismo electoral a favor de sus partidos.
Por esa razón, desde la alternancia en la Presidencia de la República, los funcionarios, federales y estatales no han resistido la tentación de participar en actividades electorales de sus respectivos partidos.
Claro, para no violar la ley electoral lo hacen en lo que sea su tiempo libre, o sea fuera de sus jornadas laborales y evitar cualquier suspicacia sobre la utilización de recursos públicos en esas actividades de proselitismo.
Se mueven en una zona gris, entre la legalidad y la ilegalidad.
Pero estamos en México, donde la figura presidencial tiene un peso específico fundamental en la opinión pública.
Por esa razón convendría que el presidente Felipe Calderón fuera más cauteloso en su activismo electoral.
En los recientes meses ha sembrado dudas y sospechas contra sus adversarios, con lo cual arriesga a la institución presidencial, pues si bien es justificable que hable de sus logros, éstos son hechos comprobables. Lo otro, las dudas y las sospechas son las insinuaciones perversas propias de cualquier político, pero para la mayoría de los mexicanos el presidente de la república no es cualquier político.
A pesar de la modernización institucional, la figura presidencial se mantiene como el eje que contiene y da sentido a las fuerzas centrífugas que se mueven en esta compleja sociedad mexicana de 114 millones de personas.
Como eje debe ser factor de estabilidad política y para ello requiere de respetabilidad.
Buena parte de esa respetabilidad se dañó con la frivolidad política de Vicente Fox, pero el presidente Calderón tiene la obligación política y moral de entregar a su sucesor una institución presidencial fortalecida.
Buena parte de los problemas políticos del presidente Calderón son el resultado del activismo foxista de hace seis años que menguó la respetabilidad institucional.
En el actual contexto político y social, mientras no desaparezca el sistema constitucional presidencial, la respetabilidad política y social de la Presidencia de la República es fundamental para la estabilidad.
El riesgo, insistimos, para el presidente Calderón es que su apasionamiento partidista lo lleve, en distintas circunstancias a las de Fox, a dañar con su comportamiento la institución central del sistema político mexicano.
Si el activismo presidencial daña la institución, puede incentivar un cambio de sistema que, en el mediano plazo, sólo parece un salto al vacío.
jfonseca@cafepolítico.com
