Desarrollan investigdores de la UNAM y del Hospital Juárez

René Anaya

 

“El tiempo todo lo cura” dice la sabiduría popular y, como en otros casos, tiene algo de razón o tal vez mucha si se habla de la cronobiología (disciplina que estudia la relación que existe entre los organismos vivos y la sucesión del día y la noche), pues las modificaciones en los relojes biológicos pueden mejorar o agravar a pacientes con ciertas enfermedades.

Los organismos vivos responden a estímulos externos y regulaciones internas o endógenas. El estudio de esta propiedad ha permitido crear terapias para quienes sufren ciertas alteraciones en su ritmo biológico (no confundir con los biorritmos de la charlatanería), como una propuesta por investigadores mexicanos para tratar a los niños prematuros.

 

Los males del tiempo

En nuestro ritmo interno, la mayoría de los ciclos duran aproximadamente un día, de ahí su nombre de ciclos circadianos (cerca de un día), aunque existen otros como el menstrual, que dura aproximadamente 28 días. Pero la mayor parte de los ritmos humanos son circadianos porque la alternancia del día y la noche, la luz y la oscuridad, es determinante para nuestras actividades fisiológicas. Por lo tanto, los ritmos biológicos se pueden definir como los periodos cíclicos en que se llevan a cabo actividades bioquímicas, fisiológicas y psíquicas.

En condiciones normales, casi todas las funciones del organismo, como la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la temperatura corporal, la fuerza muscular y la concentración de hormonas en la sangre obedecen a un ciclo que se repite cada 24 horas, más o menos.

Las modificaciones fisiológicas se traducen en diferentes rendimientos físicos e intelectuales a lo largo del día, como lo señala la cronobiología. Pero cuando el ser humano no puede captar la alternancia normal del día y la noche o se le aísla en algún lugar en que la luz o la oscuridad son constantes, las actividades fisiológicas continúan siendo rítmicas, pero con periodos y fases distintos, según escribió el doctor Hugo Aréchiga en su trabajo Sustrato neural de los ritmos biológicos.

Algo semejante sucede con los recién nacidos, quienes en el útero materno se encuentran en una oscuridad tenue con sonidos apagados del ambiente externo, pero sobre todo con información que la madre les envía por medio de dos hormonas: la melatonina y el cortisol. De tal forma que los niños en el útero materno sincronizan su ritmo biológico con el de su madre.

Al momento de nacer, se acaba esa información materna, por lo que el recién nacido se adapta en dos meses, en promedio, al medio externo. En ese tiempo los bebés sanos regulan su sueño y la liberación de hormonas. Pero los prematuros tardan mucho más.

 

Días a la medida de los prematuros

Con la finalidad de facilitar y acortar el proceso de adaptación de los niños prematuros internados en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, donde se encuentran bajo una luz constante, los investigadores Carolina Escobar y Manuel Angeles Castellanos, de la Facultad de Medicina de la UNAM, en colaboración con el pediatra Gervasio Samuel Vázquez, del Hospital Juárez, de la Secretaría de Salud, realizaron un estudio de “luz y sombra”.

A partir del conocimiento generado en los laboratorios de Cronobiología Clínica y de Ritmos Biológicos de la Facultad de Medicina de la UNAM, los investigadores introdujeron alternancias de luz y oscuridad en el ambiente de niños prematuros para que su cerebro recibiera señales que permitieran sincronizar su reloj biológico.

Con unas pantallas de tela disminuyeron los periodos de luz intensa, de 249 luxes (equivalentes aproximadamente a la luz artificial de la sala de una vivienda) a 27 luxes (semejantes a la penumbra). Con este procedimiento, los prematuros alcanzaron el peso adecuado para darlos de alta a los 21 días, en tanto que quienes no recibieron este tratamiento de “luz y sombra” tardaron más en recuperarse.

Los investigadores consideran que esta terapia, en que se proporciona una exposición adecuada a la luz, estimula la maduración del sistema circadiano y de algunas señales, como las que permiten la liberación de melatonina.

“Con base en conclusiones de otras observaciones de nuestro laboratorio, podemos afirmar que los niños consolidan mejor el sueño si se someten al proceso referido. Además, suponemos ─porque no lo hemos medido─ que tienen mejor liberación de melatonina. Todo indica que descansan mejor y gastan menos energía”, ha referido el doctor Angeles Castellanos.

Este sencillo y nada costoso procedimiento, creado a partir de los conocimientos generados por la cronobiología, acorta la estancia en el hospital de los niños prematuros, reduce el riesgo de que contraigan enfermedades y permite que regresen pronto al cuidado de su madre.

Asimismo, esta novedosa terapia surgida de laboratorios de investigación mexicanos, abate el costo-tiempo de la estancia hospitalaria en las unidades de cuidados intensivos neonatales. Por lo tanto, esta es una prueba más de que el presupuesto destinado a la investigación no es un gasto, sino una inversión.

reneanayas@yahoo.com.mx