Seguridad pública, en peligro

Félix Fuentes

 En el discurso de la Lealtad, dicho por el general Guillermo Galván, el gobierno de Felipe Calderón reconoce que la delincuencia organizada se apropió de las instituciones del Estado y despojó a la sociedad de cuanto por derecho le corresponde, además de generar un clima de violencia inusitado.

En voz del secretario de la Defensa Nacional, tan deprimente aceptación coloca a México en el abismo, en  dolorosa derrota frente a los cárteles de las drogas.

Las palabras del general Galván coincidieron con la alerta del Departamento de Estado estadounidense a sus ciudadanos,  de realizar a México viajes sólo muy necesarios, en particular a los estados de Tamaulipas,  Coahuila, Durango y Chihuahua.

Dicha recomendación abarca 18 estados de la república, incluido el “Veracruz Seguro”, a donde  fueron enviados nutridos contingentes militares y de Marina, sin que hayan impedido o disminuido las matanzas en la entidad jarocha.

Es una de las latitudes del territorio nacional donde “el espacio de la seguridad pública está totalmente rebasado”, según el escalofriante discurso del general de cuatro estrellas,  Guillermo Galván. Esto es totalmente cierto. Entonces, ¿qué nos espera a cada ciudadano en esta nación, abrazada por el terror?

Según manifestó el militar de alto grado, el presidente Calderón confronta esa realidad “con toda la fuerza del Estado” mediante su decisión “responsable y valerosa”, asumida desde el inicio de su administración.

Sin embargo, fue contundente Galván al expresar: “Es menester reconocer que es la seguridad interior la que hoy se encuentra seriamente amenazada”. O sea, ¿es este el México fuerte y sólido mencionado en los discursos?

Como se trataba del Día de la Lealtad y Felipe Calderón cabalgó en un caballo blanco, con la enseña patria en la diestra, el general Galván le dijo: “Usted es y ha sido un comandante sensible, valiente y honesto, identificado con y por «sus tropas» empatía que las y los generales, jefes, oficiales y personal de tropa, en activo y en retiro, hemos palpado a través de sus inéditas acciones de mando y moral reflejadas en el bienestar de las mujeres y hombres militares y en el de sus derechohabientes”.

Emocionado por tan cálidos elogios, Calderón cabalgó del Castillo de Chapultepec a Los Pinos, sin dirigir las riendas del corcel hacia Palacio Nacional, como lo hizo don Francisco I. Madero, si de imitar esa marcha se trataba.

A propios y extraños queda claro que Calderón va a dejar a México en franca debacle, deslizándose por un tobogán infinito, a causa de la inseguridad  descrita por  el general Galván, y de tantos graves problemas, entre otros la carestía de la vida, la  abrumadora pobreza en amplios sectores de la población, el lacerante desempleo nacional y una economía tambaleante.

De ésos y muchos más asuntos será interpelada Josefina Vázquez Mota durante su campaña. Hasta podría dejar a un lado la risa que luce entre sus congéneres y no dictar decisiones, como si ya fuera presidenta.

Vale reconocer al panismo su unificación, una vez declarada la victoria de Josefina, quien  olvidó los insultos de Ernesto Cordero y llevó a sus filas a Santiago Creel, pese a que éste sólo llegó a 6% de la votación general.

Esa cohesión no ha sucedido en el PRI. Peña Nieto quiere ganar por sí mismo, con un equipo de mayoría mexiquense y unos cuantos beltronistas, lo cual es peligroso porque numerosos militantes prefieren marginarse.