Yolaidy Martínez Ruíz

Elegir entre cocinar y usar la calefacción es el dilema que enfrentan cada invierno millones de familias pobres en Reino Unido, para intentar llegar a fin de mes y pagar las facturas del gas y la electricidad.

Las limitaciones en el hogar durante la estación fría es la opción de esas personas ante el continuo incremento de las tarifas del sector energético en el país de la sexta economía en el mundo, pero considerado como uno de los más desiguales de Europa.

Prender la calefacción por solo dos horas o comprar alimentos que no requieren cocción son algunas de las variantes para lidiar con el costo anual de ambos servicios, que pasó de mil 96 a mil 288 libras esterlinas (de mil 317 a mil 548 euros) luego del alza implementada en agosto pasado.

Aun así el dinero no alcanza y el impacto negativo es mayor para quienes tienen niños, vistos como las principales víctimas de la llamada pobreza energética.

“Criarse en un hogar frío y húmedo afecta gravemente el bienestar y la salud física y mental de los niños. Además, repercute en su rendimiento escolar y en las futuras oportunidades que puedan encontrar en la vida”, alertó recientemente la organización no gubernamental Save The Children.

Pese a constantes críticas por círculos sociales y políticos, las seis principales compañías proveedoras del servicio en el territorio británico argumentan que el alza en las tarifas energéticas se debe al incremento en el mercado mundial.

El rostro de la pobreza energética

El fenómeno se produce cuando las personas no pueden satisfacer sus necesidades energéticas y se relaciona de forma más específica con la calefacción, cuyo uso es el más pesado en la factura doméstica.

Aunque el Reino Unido es pionero en identificar y tomar medidas contra el flagelo, registra un número de afectados cada vez mayor porque desde 2004 el costo del gas y la electricidad aumentó en seis ocasiones, y obligó a millones de personas a disponer del 10 por ciento de sus ingresos para pagar ambos servicios.

Analistas estiman que si esa tendencia continúa incrementará significativamente la cifra de viviendas bajo pobreza energética, que, según estimados oficiales, pasó de 5.5 millones a más de 6.5 en los últimos dos años.

Dicho dato representa una cuarta parte de los casi 26 millones de hogares existentes en el país europeo. Unido a eso, un artículo publicado en el diario Daily Telegraph señaló que cada año mueren más británicos congelados en sus casas, porque no pueden lograr el calor adecuado y pagar las facturas domésticas.

El informe denuncia también que los proveedores cubren sus costos a través de los precios de la energía. Ante esa situación, Save the Children urgió a las autoridades de Londres y a las corporaciones del sector a revisar los mecanismos para que el descuento propuesto en la factura llegue a las 800 mil familias más pobres de Reino Unido.

Ese esquema proporciona un reembolso de entre 120 y 140 libras esterlinas, entre 144 y 168 euros, en las cuentas de sus beneficiarios.

Pero una investigación del grupo reveló que el programa gubernamental solo llega al tres por ciento de los más necesitados, es decir, a 25 mil hogares y en su mayoría de jubilados.

En el resto de los casos el proceso para solicitar esta subvención es demasiado complejo, dijo Save The Children, al asegurar que tener un hogar caliente en Reino Unido se está convirtiendo en un lujo para las capas más adineradas.

“Es inaceptable que 97 por ciento de las familias más pobres no puedan acceder a ese apoyo. (…) Sin esa opción corren el riesgo de recortar sus gastos en comida, caer en deudas impagables o perjudicar la salud de los niños”, enfatizó su director, Justin Forsyth.

La actual crisis económica acentúo la pobreza energética, también extensiva a otros países europeos como España y Portugal, y la brecha entre los británicos de diferentes estratos sociales.

Insatisfacciones en la población por las elevadas tarifas domésticas y otros problemas fueron el móvil de protestas violentas el año pasado en Londres y otras ciudades en demanda de una realidad socioeconómica diferente, más inclusiva y menos elitista.

Esos disturbios dejaron cinco muertos, cerca de tres mil arrestados y decenas de negocios incendiados. Activistas de derechos humanos criticaron la decisión de algunos jueces en tribunales londinenses contra detenidos durante y después de los disturbios, vistos por muchos como el resultado de la frustración y la falta de asistencia a los barrios pobres en Reino Unido.

La respuesta del primer ministro David Cameron fue de condena y la amenaza de que adoptaría mano dura para restablecer el orden en el país.

Para su gobierno, los sucesos fueron una ola de delincuencia espontánea, masiva y descontrolada, pero la oposición los consideró una consecuencia de males sociales más profundos, arreciados por los recortes al gasto público frente a la deuda fiscal.