Carlos Olivares Baró
Joscelyn Eve Stoker (Dover, Inglaterra, 1987) se paraba todas las tardes frente a la luna de su tocador y cantaba, imitando a la norteamericana Aretha Franklin y a su compatriota Dusty Springfield, piezas de soul de la tradición musical afroamericana. Dicen que se untaba tizne en su blanco rostro adolescente para hacer más real la escena.
Modulaba hasta el cansancio. Clamaba notas del R&B y del Soul en la soledad de su cuarto. El anochecer la sorprendía en medio de un sueño: se veía envuelta en un largo vestido granate cantando frente a las grandes divas del jazz (Ella Fitzgerald, Sara Vaughan, Billie Holiday…) en el 55 Bar del Bronx Neoyorkino. Los aplausos la despertaban y se ponía hacer la tarea escolar que sus maestros le calificarían con rigor al día siguiente. A los dieciseis años, aquejada de dislexia, tuvo que dejar la escuela. “No porque fuera estúpida. No era muy estudiosa. Era un poco distraída y disléxica. Siempre fui una artista”, ha declarado muchas veces, la hoy famosa vocalista Joss Stone.
Su primera actuación fue precisamente en el instituto donde estudiaba —Uffculme Comprehensive School—, interpretando un estándar del vocalista y actor negro estadunidense Jackie Wilson (Sr. Emoción), “Reet Petite”, éxito de los años cincuenta. En 2001, con sólo catorce años, aparece en la bbc en Star For a Night con el popular tema de Donna Summer, “On the Radio”. Segura de sus potencialidades, viaja a Nueva York para realizar una audición convocada por el sello discográfico S-Curve, que le permite firmar contrato con la bmg del Reino Unido y compartir escenario con grupos notorios de la época como Blondie o Gladys Knight.
El soul y el R&B se asocian con vocalistas afroamericanas, nacidas en el Bronx, portadoras de acentos ásperos, subterráneos, graves y dolorosos. Joss Stone que no nació en el Bronx ni es negra ha roto con ese mito: sus inflexiones profundas, rotas, duras y desgarradas la han convertido en una figura del soul y del R&B que nadie se atreve a soslayar. Hermosa y exaltada, se presenta descalza con atuendo neo-hippie de singular diseño en los teatros del mundo.
Contemporánea de la polémica Amy Winehouse, de la vendedora de discos Adele, kt Tunstall y Duffy, vocalistas de raza blanca que también incursionan con laureles en la modalidad neo soul. Sin embargo, la originaria del poblado de Dover, Inglaterra, impone con más vigor sus modos en el gusto y preferencia de los melómanos: fuerza y espectros evocativos de la gran Dusty Springfield. Compositora y también actriz, ha vendido más de diez millones de álbumes en todo el mundo. Dos premios Brit Award y un Premio Grammy. El virtuoso pianista de Jazz Herbie Hancock la convocó para la grabación de Possibilities (2005).
Cuatro producciones musicales (The soul sessions, 2003; Mind, body & soul, 2004; Introducing Joss Stone, 2007; y Colour Me Free, 2009) de indiscutibles valores y gamas souleras de ecos virtuosos. En 2011, Mick Jagger la invitó al irreverente proyecto SuperHeavy con el guitarrista Dave Stewart, el vocalista Damian Marley y el tecladista A. R. Rahman. Joss aceptó y la escuchamos en medio de ese ventarrón rítmico desafiando la armónica de Jagger y contrapunteando con los clúster de Rahman.
Escuchar a esta muchacha de sensual sonrisa y talante cómplice es un deleite. Pongo en el reproductor —bajo las brisas frías de febrero—, Colour Me Free (Virgin Records): doce momentos de inusitado asombro. Se inundan mis visiones de códigos sorpresivos en los vaticinios de la posible granizada: canta Stone en los colores de una libertad que me deslumbra. Evocaciones de la Franklin, pero desde compases armónicos audaces, frescos y novedosos. Reminiscencias de Springfield en la tesitura, pero con más arrojo y gozo.
Dispónganse a entrar a las particularidades de Joss Stone. Desnuden sus oídos. Cuando lleguen a la pista 10, “It Believe It to my Soul” —una hermosa composición de Ray Charles— presten atención a los ataques del sax David Sanborn. No cesa el frío ni escampa. Joss Stone es un temporal rítmico ineludible.


