De cabo a rabo

Marco Antonio Aguilar Cortés

Morelia.- Fidel Castro ha sido, y sigue siendo, una conciencia lúcida. Tocó intereses fortísimos, y es obvio que generó acérrimas enemistades; relativas al tamaño y a la naturaleza de éstas es la grandeza de ese estadista cubano.

El 3 de febrero del 2012, con motivo de la presentación del libro Guerrillero del tiempo, estructurado por la periodista cubana Katiuska Blanco, pero calificado como la autobiografía de Fidel, el comandante expresó algo que es necesario no olvidar: “Uno de los equívocos que tuvimos es creer que en el socialismo los problemas económicos estaban resueltos”.

Ese error es claro. La naturaleza del hombre es problemática, por lo que nunca, mientras sea hombre, dejará de tener problemas.

Si el ser humano no resuelve un problema, sea económico, político, educativo o de cualquier otra índole, generará dos o más problemas de subdesarrollo.

Pero si el hombre resuelve ese problema, de la naturaleza que sea, provocará dos o más problemas de desarrollo.

Total, resuelvan o no sus problemas los humanos, siguen siendo una fábrica inagotable de dificultades, al mismo tiempo que son, de manera dialéctica, constantes creadores de soluciones. Así que ningún esclavismo solucionó de manera definitiva y para siempre los problemas del hombre, aun resolviendo las contradicciones del comunismo primitivo.

Como tampoco ningún feudalismo dio respuesta absoluta y cabal a todos los problemas de la humanidad, a pesar de haber resuelto las contradicciones del esclavismo.

Al igual, ningún capitalismo compuso para la eternidad las dificultades de nuestra especie, aunque observemos que históricamente dio solución a las contradicciones del feudalismo.

Y si lo anterior es cierto, resulta también verdad que el sistema socialista no por el hecho de implantarse en Cuba, o en cualquier otro sitio, resuelve ipso facto, o ipso jure, todos los problemas económicos, o los problemas de cualquier otra especie, en automático; cuando lo único que puede obtener, en el mejor de los casos, es superar las contradicciones económicas que ha dejado el capitalismo, más cuando ese país socialista se encuentra rodeado de países capitalistas, y tan cerca del eje del capitalismo mundial que a esa isla le ha impuesto un bloqueo de cerca de 50 años.

Pero esto que estoy analizando respecto al cambio de sistemas económicos, en la existencia histórica del hombre, es también válido respecto al simple cambio de partidos políticos en el poder, dentro del mismo sistema socioeconómico de México.

Para no remontarme a siglos pasados de nuestro país, sino observando el hoy, bien podríamos decir, tomando como orientadora la expresión de Fidel Castro: uno de los equívocos del PAN y del PRD es creer que por el simple hecho de ganarle elecciones al PRI, y establecerse como gobiernos panistas o perredistas, respectivamente, los problemas de México, o de cualquier entidad federativa, o municipio, están resueltos.

Y no es así. Los problemas del sistema socioeconómico del México actual implican, de todas las formas posibles, la totalidad de sus partidos políticos, los cuales se encuentran tan desgastados como nuestra forma de organización social, la que está descompuesta de cabo a rabo, y es menester repararla o cambiarla, por una mejor forma de organización.

Desde luego que no se trata solamente de palabras; por lo que una superior forma de organización socioeconómica será aquélla que logre que México y los mexicanos produzcamos más alimentos, vestido, calzado, medicinas, escuelas, hospitales, fuentes de empleo, más bienes y servicios, y de mejor calidad.

Pero no basta que se aumente nuestra productividad, ya que es necesario, para que un nuevo sistema de organización sea superior al actual, que todo lo producido se reparta de manera más equitativa entre los 112 millones de mexicanos, con ingreso sostenido y suficiente, para que la distancia entre las familias más ricas y las más pobres no sea abismal como ahora lo es.

Para lograr lo anterior requerimos trabajar todos de manera organizada, ya que únicamente el trabajo socialmente organizado genera capital, y bienes y servicios.

Queda claro que los ofrecimientos serios de cualquiera de los candidatos a la Presidencia de la República deben ir encaminados a organizar ese trabajo social y productivo, o al menos a generar la atmósfera necesaria para que no haya mexicano, en edad laboral, sin trabajo fértil y remunerativo.

Nadie debe estar de ocioso, de vago, de parásito de los que sí producen. Y en principio, el que un candidato presidencial ofrezca que nos pondrá a trabajar a todos, parece algo que desestimularía el voto a su favor; sin embargo, quien tal hiciera, nos estaría hablando con la verdad, en lugar de prometer una sarta de mentiras de imposible cumplimiento.

Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Ricardo Quadri tienen la palabra.