Patricia Gutiérrez-Otero
Sin que mi bandera sea el feminismo, me considero feminista en un sentido profundo: las mujeres y los hombres debemos poder decidir nuestro camino sin que éste se nos imponga, sin sufrir maltratos ni ser denigradas y denigrados por nuestro género.
Siempre siento agradecimiento por las mujeres que lucharon para que yo hoy sea lo que soy porque así lo elegí. En mi quehacer cotidiano hago lo que puedo para seguir abriendo brecha en un país donde el machismo impregna el inconsciente de las mismas mujeres. Brecha para humanizarnos, tanto hombres como mujeres. Es dentro de esta posición que me atrevo a hablar de las mujeres candidatos a puestos de mando en el país.
Parece que el pan está tratando de captar el voto femenino, y algo del masculino, poniendo a mujeres como candidatos en las elecciones de la presidencia de la República y del gobierno del Distrito Federal. Si bien es cierto que no hay razón para que una mujer no pueda ocupar estos cargos y hacerlo muy bien, me parece que lo que hay que considerar, más allá del género, es la capacidad de las personas singulares para ocupar puestos de tanta importancia y que, en este momento, enfrentan severos problemas: un Estado débil, una caída en la economía mundial y nacional, la creciente violencia y desintegración social, la defensa de la laicidad del Estado… Realmente, necesitamos un estadista de gran altura, que no encontramos con facilidad en los políticos mexicanos, y menos en la generación de los tecnócratas.
Es posible que Vázquez Mota y Wallace (prefiero usar sus apellidos para no seguir el juego de la elección por género) sean excelentes personas, pero ninguna ha tenido puestos de gobierno en un Estado de la República. No han demostrado su capacidad para hacerlo. En este momento necesitamos a un hombre o mujer con una real capacidad de gobierno, una persona de gran altura y con un equipo fuerte y consolidado. Es más, si me preguntaran, diría que ni Javier Sicilia —quien además no lo quiere y no lo querrá—, con toda su gran entrega y capacidad de enfrentar y conciliar, no sería el presidente que nos urge tener. Ya vimos cómo en la República Checa el excelente ser humano y poeta Vaclav Havel no pudo con el cargo. Esto para señalar que no es una cuestión de género ni de entrega, sino de capacidad política.
Espero que los mexicanos y mexicanas no cometamos el error que llevó a Fox a la presidencia: el voto útil para cambiar. En ese momento fue para derrocar al pri y cambiar de partido, y nos fue muy mal: si Gómez Morín viviera, vomitaría sobre el partido que fundó. Si ahora nos dejamos llevar por la ilusión de que hay que darle chance a las mujeres para que haya un cambio de género, la regaríamos horriblemente.
Lo que debe guiarnos en la elección son las propuestas de los candidatos a corto, mediano y largo plazo para manejar los asuntos prioritarios en la agenda nacional. Deben ser propuestas que puedan llevarse a cabo en lo inmediato y que sean realistas. El factor para la votación no es el género, al que le apuesta el pan, no es la “guapura”, a la que le apuesta el pri, es la capacidad.
Además opinamos que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se bajen los salarios de diputados, senadores y otros servidores civiles, se detenga el acoso a los grupos indígenas, se limite a las transnacionales y al tlcan, se salve a Wirikuta, se acuda al diálogo para llegar a convenios…
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