Los recientes acontecimientos en busca de una salida al conflicto sirio, han generado cambios en torno al difícil proceso de diálogo entre Damasco y la Liga Árabe, y la posibilidad de una paz negociada se ve cada vez más lejana en el Medio Oriente.
La reciente oferta de la Liga Árabe al mandatario sirio de una salida a la yemení, encendió los ánimos del autócrata Bashar al Assad. El ex mandatario de Yemen, Alí Abdalá Saleh, aceptó dimitir mediante un acuerdo, firmado en Riad en noviembre, para dar paso a la transición política en su país.
Saleh dejó el poder el 22 de enero y salió hacia Estados Unidos donde recibirá atención médica ya que sufrió heridas graves en un atentado con bomba en el palacio presidencial en junio pasado. Horas antes pidió perdón a los yemeníes “por cualquier error cometido durante sus 33 años de mandato”.
El Parlamento de Yemen había aprobado por unanimidad una ley que otorga inmunidad judicial a Saleh y protección parcial ante acciones legales a sus familiares y colaboradores. Es decir, impunidad a cambio del poder.
La propuesta que fue elaborada por la Liga Árabe y algunos países europeos como plan de salida al conflicto sirio en la que se pide que Bashar al Assad traspase el poder al vicepresidente para que organice un gobierno de unidad en este mes de febrero y que conduzca a elecciones democráticas, ha sido rechazada tajantemente por Damasco que la considera como una acción intervencionista externa.
El nuevo escenario ha rebasado a los intermediarios árabes (decidieron retirar a sus observadores del país debido a la creciente inseguridad), quienes ahora buscan pasarle la papa caliente al Consejo de Seguridad de la ONU.
Rusia, como socio geoestratégico de Siria, también ha rechazado el “modelo libio”. En diciembre el mejor aliado de Damasco presentó un proyecto de resolución, todavía a consideración en el Consejo de Seguridad, que insta a las partes a terminar con la violencia e iniciar un diálogo político sin condicionamientos previos, y la petición de dimisión a Al Assad es una consideración previa en la hoja de ruta de la Liga Árabe.
La realidad es que los rebeldes y las fuerzas del gobierno no sólo no han puesto fin a la violencia, sino que los enfrentamientos se han recrudecido y por lo tanto no hay visos de que puedan sentarse a dialogar. Mientras la comunidad internacional se debate para sacar “el mejor” proyecto de solución al conflicto, Siria parece enfilarse a la guerra civil.
Los informes de prensa documentan que el Ejército Libre de Siria ha tomado una fuerza considerable que se extiende más allá de la ciudad de Homs, su reducto más importante. El régimen ha empezado a perder suburbios de ciudades claves tales como Dará, Latakia, Idlib, Tamdor y Dumá que se encuentra a 15 kilómetros de la capital.
¿Qué plan hay para Siria? El tiempo corre y la crisis siria empieza a tomar un camino incierto. La Liga Árabe ha demostrado su incapacidad y su fracaso como mediadora hace pensar que no tiene razón de seguir existiendo. La decisión está ahora en manos del Consejo de Seguridad.
Una intervención extranjera no sería lo más conveniente por la posición geoestratégica de Siria. Los países involucrados saben de los riesgos: Oriente Medio terminaría envuelto en llamas. Y esa es la carta a la que estaría dispuesto jugar Bashar al Assad, cuando en octubre advirtió a Occidente: “Ahora Siria es el centro de la región. Es la falla geológica y si juegas con el suelo es posible que se produzca un terremoto. Cualquier problema en Siria quemará a toda la región. Si el plan es dividir a Siria, toda la región será dividida”.No hay una ruta clara para el país árabe. ¿Acaso lo más conveniente sea dejar que los propios sirios decidan su suerte? ¿Qué los acontecimientos devengan en un conflicto etno-religioso entre chiítas (minoría religiosa a la que pertenece el grupo de Al Assad) y sunitas? ¿La OTAN estaría puesta a intervenir militarmente en caso de que el Consejo de Seguridad no logre la aprobación? ¿Cuál hoja de ruta para Siria?


