Política neoliberal

Magdalena Galindo

La CEPAL, que no es ninguna organización izquierdista, sino la Comisión Económica para América Latina dependiente de la Organización de Naciones Unidas, acaba de publicar un documento en el que advierte que, en México, 44 por ciento de la población más pobre carece de cualquier tipo de seguridad social, no dispone de jubilación y no percibe ningún tipo de ayuda gubernamental. Se trata no del peor, pero sí de un alto porcentaje en comparación con otros países de la propia América Latina, pues por ejemplo en Uruguay sólo 19 por ciento de los más pobres no tienen acceso a la seguridad social; en Costa Rica, que no es precisamente un país rico, 16 por ciento se encuentra en esa situación, y en Chile sólo 13 por ciento.

El dato es terrible porque significa que de los aproximadamente 10 millones 600 mil mexicanos que se encuentran en el más bajo nivel de ingreso, lo que quiere decir en la miseria ¾o como se dice en las estadísticas en pobreza alimentaria, o sea que no les alcanza ni para comer¾, 4 millones 664 mil tampoco reciben ninguna clase de seguridad social o de ayuda gubernamental. Por supuesto que los mexicanos que sufren de pobreza alimentaria son muchos más, pero esos 10 millones 600 mil son los más pobres entre los pobres y de ellos casi la mitad tampoco reciben ninguna ayuda.

Por dramático que pueda ser, no se trata de una situación sorprendente, porque ése es precisamente el objetivo de las políticas neoliberales, conseguir que los trabajadores reciban cada vez menos, a fin de que los empresarios recuperen su tasa de ganancia, meta que se alcanza, entre otras vías, por medio de los recortes presupuestales, o bien a través de las reformas legales, como la propuesta por los gobiernos panistas en el terreno laboral, que afortunadamente todavía no ha sido aprobada, o las reformas que desde los años noventa se vienen aplicando al sistema de pensiones y que han significado un gigantesco despojo para los trabajadores, y, en cambio, una nueva vía de financiamiento para los empresarios y el gobierno.

Basta mencionar que los recursos que manejan hoy las Afores, esto es, las financieras que administran los fondos de pensión de los trabajadores a partir de las reformas, suman hoy nada menos que un billón 636 mil millones de pesos. Esa inmensa cantidad de recursos, como en las reformas se aprobó que podían colocarse en inversiones de distinto tipo, incluidas las de la Bolsa, son empleados para financiar las empresas y el gobierno, sea a través de bonos de deuda o de las acciones de compañías privadas. Aparte, desde luego, de las utilidades que perciben las propias Afores por el manejo de los fondos.

De por sí, las Afores representan un despojo, porque antes de su creación los trabajadores (que habían cotizado toda su vida) tenían derecho en el momento de su jubilación a una pensión vitalicia, mientras a partir de las reformas sólo pueden disponer de la pensión hasta que el fondo individual que tenga cada trabajador se acabe. Pero además, resulta que las pensiones colocadas en el mercado financiero sufren los altibajos de eso que se ha llamado la Economía Casino y es frecuente que los diarios informen de pérdidas millonarias. Por ejemplo, en febrero pasado, los fondos de pensiones manejados por las Afores tuvieron una pérdida de nada menos que 7 mil 900 millones de pesos.

Los anteriores son dos ejemplos del buen éxito que han tenido las políticas neoliberales en transferir ingresos a los capitalistas por medio del despojo de los trabajadores y de los más pobres entre los pobres.