Pensamiento a fondo
Patricia Gutiérrez-Otero

A José Barba, Alberto Athié, a Juan Sicilia,
 y a todas las víctimas.
A Juan XXIII.

¿Algún día vendrá un Papa en calidad de pastor y no de político? ¿Algún día, el representante de la religión que se basa en la encarnación de Dios y en la divinización del hombre hablará de las cosas reales y llamará al pan, pan; y al vino, vino? ¿Algún día el vicario de Cristo se atreverá, como lo hizo Jesús, a entrar al templo con enojo y acusar directamente a los explotadores, o a comer en casa del que es mal visto, o a salirse de la ruta que le decoraron y exigir ver y vivir con el pueblo humillado? Demasiada diplomacia destruye el Espíritu y al pueblo católico.

¿Qué esperaba yo de la visita de Benedicto xvi? Que nos explicara el porqué del silencio de la Santa Sede en referencia a las abominaciones de todo tipo cometidas por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo: sus abusos sexuales, su tráfico de dinero e influencias, su cuádruple vida… Los mexicanos necesitamos saber la razón que impidió que el Vaticano pusiera un alto firme desde el inicio a un ser que, mínimamente, fue un perverso. Necesitamos que el Papa hable para no perder la poca confianza que aún tenemos, no en Jesús ni en el cristianismo ni tampoco en el catolicismo, sino en la kafkiana institución Vaticana. Necesitamos saber, porque “la verdad nos hará libres”. ¿Qué esperaba yo junto con muchísimos más? Que el representante de los católicos en el mundo pidiera disculpas por las negligencias y complicidades de las personas que en la curía sabían de las fechorías de sacerdotes pedófilos y, en particular, del fundador de los legionarios de Cristo, dueños de las universidades Anáhuac, y que explicara las causas que impidieron que se anulase esta Congregación.

¿Qué más esperábamos? Un hombre que escuchara y que denunciara como profeta: que señalara directamente a quienes han sumido a México en un caos social, económico, en una temible espiral de violencia; que evidenciara directamente un sistema económico basado en la gula, la avaricia, la avidez; que mostrara a quienes han destruido la estructura social que mantenía en cierta paz al país. Un hombre, no un político, lleno del espíritu del Dios de Jesús. Un hombre que gritara en medio del desierto de corazones endurecidos.

¿Qué esperábamos no escuchar en los labios del papa? Nada que en este periodo electoral tan difícil se prestara a guiar la elección de miles de millones de mexicanos hacia el partido que responda mejor a esas expectativas: no queríamos escuchar hablar ahora de “libertad religiosa”, tema que tocó en su conferencia al hablar de la dignidad humana, pues hoy hay violaciones de extrema urgencia: “Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa”. Tampoco queríamos que se tocara el tema del respeto a la vida humana, que en estos medios es oído como una alusión al aborto, pero no al asesinato. En la homilía hizo un llamado “al respeto, a la defensa y promoción de la vida humana”, aunque añadió: “y al fomento de la fraternidad, evitando la inútil venganza y desterrando el odio que divide”.

Tampoco queríamos que su visita se ligara con la imagen de Cristo Rey. Punto de discordia entre católicos, pues hay quienes quisieran un estado teocrático. Sin embargo, rescato que Benedicto xvi en pocas palabras aclaró la realeza de Jesús: “el reinado de Cristo no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia”, sino que es “un poder más grande que gana los corazones al amor de Dios”.

¿Cuándo vendrá un Papa profeta que se deje arrebatar por el soplo ígneo?

Además, opinamos que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, eliminar las mineras a cielo abierto, defender Wirikuta, visibilizar a las víctimas…

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