Con todo y visita del Papa
Marco Antonio Aguilar Cortés
Morelia.- José Angel Córdova Villalobos recientemente fue nombrado, por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, como secretario de Educación Pública.
Al principio del actual sexenio panista se le designó como secretario de Salud, renunciando a este cargo para contender, dentro de las filas del PAN, como precandidato a la gubernatura de Guanajuato, intento político en el cual fracasó.
Esos datos, que forman lo más reciente de su biografía, exhiben a este médico cirujano como poco sensato; pues, al menos a mí, no me parece nada juicioso abandonar el noble encargo de la rectoría de la salud pública por un precandidatura panista al gobierno de Guanajuato, para, además, perderla.
Ni me parece conducta de hombre razonable el que, una vez que recibió descalabros y chipotes en esa contienda interna panista, acepte ahora, tan orondo, ser secretario de Educación Pública para un lapso cercano a los ocho meses, cuando si bien es cierto que nuestra educación se encuentra muy enferma, estos achaques no son de la especialidad de Córdova Villalobos, ni de su dudosa capacidad espera el fenómeno educativo nacional recibir remedio. Un ajonjolí para todos los moles no es lo indicado en este tiempo ni en esta delicada materia.
Pero tan equívoco fue el aceptar ese cargo como el otorgarlo; así, el desatino lo comparte en mayor porcentaje el presidente Calderón, quien durante su mandato ha reflejado su falta de acierto en la educación, pues en este sector, en lo que va del sexenio, ha tenido tres secretarios: Josefina Vázquez Mota, Alonso José Ricardo Lujambio Irazábal y José Angel Córdova Villalobos, sin que ninguno haya aportado, o pueda aportar, ninguna solución al respecto; antes, para mal, los dos primeros agravaron las dificultades educativas.
Sin embargo, quienes han salvado lo mejor de la educación en nuestro país son los maestros y los educandos que, todos los días laborables, realizan el fenómeno de enseñanza aprendizaje en condiciones difíciles por múltiples razones, con el secretario de la SEP, sin el secretario, y aun en contra de éste.
La educación, en principio, no sólo es la llamada escolar. Algo más, para bien o para mal, la educación no escolarizada ha sido, es, y seguirá siendo, más impactante y definitoria en la conducta de la mayoría de los mexicanos.
Marcan y conducen más a los educandos los medios masivos de comunicación, el ejemplo de los poderosos, las relaciones del seno familia, y la vida en la calle, que la rectitud virtuosa de un excelente profesor, mal pagado e incomprendido.
Hoy, por nuestras crisis tan cercanas al desastre, se actualiza el pensamiento educativo de nuestros grandes muertos, entre los que destaca por su honrada y sabia clarividencia Aníbal Ponce (1898-1938), maestro argentino, quien a temprana edad murió en un accidente automovilístico cuando era profesor de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y quien, señor de su cátedra, nos legara Educación y lucha de clases, libro del que emana la luz para la educación libertadora.
Claro que desde el inicio de nuestra vida independiente como país, el doctor José María Luis Mora sentó las base para nuestra educación laica, y el estado laico mexicano, “… separando lo social con lo religioso, única manera de establecer las bases de la moral pública”, lo que para él resultaba indispensable.
Obvio que en 2012 urge un secretario de Educación Pública que entre otras cualidades entienda que el Estado mexicano es laico y su educación también, con todo y la venida del papa Benedicto XVI.
