La octava reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebrada en Ginebra, Suiza en diciembre de 2011, terminó, como se esperaba, sin compromisos concretos en torno a la culminación de las negociaciones de la Ronda de Doha, misma que fue lanzada 10 años atrás. Pese a ello, se produjeron dos acuerdos. Uno fue para ratificar la adhesión de Rusia –por fin- a la OMC y, por otra parte, se anunció el inesperado compromiso al que se llegó en materia de compras del sector público. Por supuesto que los países participantes en la reunión destacaron el papel tan importante que está llamada a desempeñar la OMC, convocando a las naciones del orbe a mostrar voluntad política para lograr su conclusión satisfactoria, especialmente de cara a la recesión que enfrenta la economía global. El tema del acuerdo sobre compras del sector público que a todos los tomó por sorpresa y que, sin duda es una excelente noticia, será analizado en otra oportunidad. Por ahora baste analizar las implicaciones de la adhesión de Rusia a la OMC.
La Federación Rusa requirió de 18 años de largas negociaciones para incorporarse como miembro de pleno derecho a la OMC. Rusia era, de hecho, el único miembro del Grupo de los 20 (G-20) que no formaba parte de la OMC, lo cual, a todas luces, era una aberración. Era de los pocos países “grandes” que quedaban fuera de la normatividad del organismo comercial de referencia, sobre todo porque, pese a que la guerra fría terminó en el inicio de la década de los 90 del siglo XX, lo cierto es que Occidente le siguió prodigando a Moscú el mismo trato discriminatorio y proteccionista que se le aplicó en los tiempos de la confrontación Este-Oeste.
Cuando la URSS se colapsó en 1991, se podría haber pensado que las sanciones contra Rusia, cesarían. Sin embargo, no fue así, y la Federación Rusa hubo de enfrentar numerosos obstáculos para incursionar en los mercados occidentales en rubros distintos del energético y la venta de armas, claro está. Esa es una de las razones por las que Rusia, en 1993, hizo una solicitud formal de ingreso al entonces Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT). Dicha solicitud siguió su curso cuando nació la OMC en 1995 y hacia la segunda mitad de la primera década del presente siglo, las negociaciones entre Moscú y los miembros de la institución entraron en una etapa decisiva.
Sin embargo las negociaciones se estancaron cuando en agosto de 2008 estalló la guerra entre Rusia y Georgia y ese también fue el año en el que la crisis financiera internacional se hizo sentir con crudeza en el país eslavo. Georgia, por su parte, boicoteó, a manera de represalia, la adhesión rusa a la OMC por más de dos años, hasta que en 2011, Suiza logró con sus buenos oficios, convencer a los georgianos de permitir que Rusia se incorporara finalmente a la OMC.
¿Qué beneficios obtendrá Rusia como miembro de la OMC? De entrada, su economía podría experimentar un auge significativo toda vez que sus socios comerciales deberán eliminar numerosas barreras que le habían impuesto al país eslavo desde los tiempos de la guerra fría. La Unión Europea además, es el tercer mayor destino para las exportaciones rusas, dominadas por las ventas de petróleo y gas natural. Otro aspecto destacado por los especialistas es que Moscú se verá obligado a desarrollar ciertas reglas y regulaciones que darán certidumbre a los inversionistas extranjeros.
El parlamento ruso deberá ratificar el acuerdo del ingreso de su país a la OMC en el primer semestre del presente año, pero el tema ya constituye una victoria política para Putin –quien pugnó, cuando estaba al mando del país, por la adhesión a ese foro-, y que ahora regresa al Kremlin para retomar las riendas de la nación una vez más. Asimismo, aun cuando se trata de un logro muy importante, la membresía rusa en la OMC deberá esperar a que las autoridades estadunidenses desmantelen una serie de disposiciones que datan de la guerra fría y que siguen castigando a las relaciones económicas internacionales de Rusia.
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