El día 11 de marzo del 2011 entró en la historia de Japón como el día de una de las tragedias más grandes de la historia de este país. Un terremoto de 9 grados y el tsunami provocado por este fenómeno natural causaron destrucciones de miles de casas, fábricas, carreteras, puentes, plantaciones y canales. A consecuencia de este desastre fallecieron o desaparecieron cerca de 19 mil personas de las cuales las autoridades consideran muertas cerca de 16 mil. Pero la destrucción más sensible fue la de la central nuclear de Fukushima situada en la prefectura del mismo nombre a orillas del Océano Pacífico. Cerca de 160 mil habitantes de esta prefectura se vieron obligados a abandonar sus hogares. Los daños causados por el sismo y el tsunami fueron calculados en 210 mil millones de dólares. En total el desastre causó daños en más de nueve regiones entre ellas las situadas dentro de la isla.
En la central nuclear de Fukushima se dañó el cableado de electricidad lo que causó la destrucción de los sistemas de enfriamiento de los reactores. En ellos comenzaron las explosiones e incendios acompañados del parcial derretimiento del combustible nuclear y el lanzamiento de la radiación a la atmósfera y al mar.
Los expertos de la organización independiente Rebuild Japan Initiative Foundation publicaron un informe de 400 páginas en que aseguran que las autoridades japonesas ocultaban las dimensiones de lo sucedido en la central nuclear a sus socios extranjeros, incluso a los estadounidenses. Es por ello, tal vez, que el presupuesto inicial calculado para liquidar las consecuencias destructivas del tsunami y sismo resultó insuficiente y la empresa operadora TEPCO de la central solicitó al gobierno japonés nuevos subsidios.
La situación se agravó debido a que los accionistas de la central demandaron a los directivos de ella por 68 mil millones de dólares. La demanda colectiva fue presentada a las 27 personas que ocuparon puestos directivos en la central desde el año 2002. En aquel año los expertos del gobierno japonés por primera vez avisaron a la compañía operadora que la central nuclear se encontraba en zona de riesgo por fuertes sismos y tsunamis y recomendaron tomar medidas pertinentes para fortalecer la seguridad antisísmica. Pero ni siquiera se aumentó la barda protectora hasta la altura necesaria para proteger la central de las olas del mar. Los accionistas de la central echan la culpa a los directivos de la central y esperan recibir de ellos la cantidad solicitada para gastarla en los subsidios a las personas que sufrieron los daños del desastre y que serían cerca de un millón y medio de personas.
El 11 de marzo fue conmemorado en Japón con un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del desastre con actos religiosos y cívicos en lugares públicos y marchas antinucleares.


