¿A qué vino Joseph Biden?

 

Alfredo Ríos Camarena

Por un momento, imaginémonos, en un ejercicio de política ficción, que el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, se presentara en Washington en un lujoso hotel y convocara en una etapa electoral a los candidatos a la presidencia en ese país, Mitt Romney y al propio presidente Barack Obama, para conocer sus puntos de vista en sus relaciones bilaterales con México; obviamente sería difícil de creer esto, porque las relaciones bilaterales con Estados Unidos son asimétricas y siempre han estado condicionadas al enorme poder del imperio.

Sin embargo, desde el punto de vista de la realpolitik, esto acaba de suceder en México, y el vicepresidente norteamericano Joseph Biden se entrevistó, primero con el presidente Felipe Calderón en Los Pinos, y más tarde, en su hotel, con los candidatos a la Presidencia de la República: Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota; el denominador común fue que ellos no intervendrían en la política interior; claro, faltaba más.

El ejercicio, sin embargo, resultó interesante, pues se empieza a percibir el manejo de una agenda común, en la que destacan, sin duda, los temas de la seguridad, la reforma migratoria y, desde luego, aun cuando no se comentó, el tema de siempre, el petróleo.

Hay preocupación en Estados Unidos por las declaraciones públicas del presidente de Guatemala sobre la posibilidad de la legalización de la droga; por eso, el vicepresidente también viajó a Honduras; los presidentes latinoamericanos se encuentran desolados porque, desde hace mucho tiempo, particularmente Guatemala, sufren un embargo de armas, lo que les impide tener las herramientas adecuadas para combatir el narcotráfico; otro tema esencial ¾aun cuando al parecer no nos afecta¾ es la decisión de Estados Unidos de apoyar a Israel en su probable guerra con Irán, con el viejo pretexto de las armas nucleares; también se acerca la reunión internacional que habrá de tener lugar en Cartagena, Colombia, y donde no quieren tener la presencia del presidente Raúl Castro; recordemos la reunión de Monterrey y la famosa frase que acuñó el ex presidente Vicente Fox: “Comes y te vas”. En fin, son muchísimos temas los que interesan a Estados Unidos, pero los que nos interesan a nosotros, como lo planteó el presidente Calderón, son el tráfico de armas, el lavado de dinero y, sobre todo, la reforma migratoria, no aparecen, o al menos no se han mencionado.

La realidad es la vieja ecuación del tiburón y las sardinas, que planteara el ex mandatario guatemalteco, Juan José Arévalo, en su libro; es decir, una relación de desiguales donde lo importante son los intereses del gran poder económico y militar del gran imperio, y no las aspiraciones justas de los pueblos latinoamericanos.

Desde luego, en la pasarela salió bien librado Enrique Peña Nieto, quien además demostró que es un aplicado alumno y ya maneja el inglés con fluidez, y sobre todo, planteó sus temas con pulcritud y valentía.

En el fondo, estas reuniones lo que nos demuestran es la sujeción de nuestra soberanía a los grandes intereses de las empresas trasnacionales, que se han apoderado del mundo contemporáneo en el fracasado modelo neoliberal.

Más tarde, el católico vicepresidente Biden asistió a la Basílica de Guadalupe, donde dijo sentirse más a gusto que en los temas políticos que vino a tratar.

En resumen, una vez más, tenemos que recordar que la política internacional mexicana tiene su sustento en la fracción X del artículo 89 de nuestra Constitución, que fija con claridad la forma de cómo debe desenvolverse ésta, estableciéndose que “En la conducción de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”.

No hay duda de que el beneplácito norteamericano ha sido, tanto en el pasado como hoy, una condición fundamental para los presidentes latinoamericanos desde hace décadas.

Por otra parte, en Estados Unidos se realizan elecciones presidenciales en este año, y el voto latino tiene mayor poder y fuerza que en elecciones anteriores; los republicanos, tanto Rick Santorum como Mitt Romney, han planteado una política equivocada, racista y discriminatoria, en contra de la migración latinoamericana.

Por lo que, a pesar de todo, las preferencias mexicanas, aunque no voten ni intervengan, están muy claras a favor del que será el seguro ganador, el demócrata Barack Obama; en México también las cosas parecen estar decididas a favor del priista Enrique Peña Nieto.

Seguiremos comentando de viajeros extranjeros, de pasarelas y de encuestas.