Acumular cultura
René Anaya
Algunas veces, y más en estos tiempos, parece no haber muchas diferencias en el comportamiento del hombre y los animales, salvajes y domesticados, pues la saña y crueldad con que actúan algunos seres humanos se ha equiparado a la que muestran los animales carnívoros.
Por su parte, la tendencia a antropomorfizar a los animales, que se manifiesta tanto en los antiguos mitos como en los modernos dibujos animados, contribuye a que se considere que en la escala evolutiva no hay muchas diferencias entre los animales y el hombre. Pero sí hay una gran diferencia.
Las diferentes culturas
Los creacionistas defienden con fiereza la idea de que el ser humano es la cúspide de la creación, pues consideran que es una obra divina; pero estrictamente se trata de un eslabón más de la cadena evolutiva, que posee, evidentemente una serie de características físicas y mentales que lo han hecho modificar drásticamente el planeta.
Anteriormente se consideraba que esa distinción era la cultura. Durante mucho tiempo se consideró que el uso de herramientas y el enterramiento de los muertos (que podría representar la conciencia del concepto de muerte) eran unos de los rasgos distintivos y exclusivos del ser humano.
Sin embargo, el estudio detallado y prolongado de grandes monos, como chimpancés y gorilas, que han observado los primatólogos (especialistas que conjugan los conocimientos de biología, antropología, psicología, ecología y etología para estudiar la vida social de los primates) ha permitido descubrir que el uso y fabricación de herramientas no es privativo del ser humano.
Inclusive el culto a los muertos se ha observado en grandes mamíferos, se conoce que los elefantes acompañan a los agonizantes y, una vez que fallecen, pueden tratar de ocultarlo de los animales de rapiña con hierbas y tierra, lo que significa que hay conciencia de la muerte.
Los chimpancés usan piedras como cascanueces, pero también pueden preparar una especie de popotes para introducirlos a nidos de termitas para sorberlas. Pero eso no es todo, las hembras chimpancés enseñan a sus crías a manejar las herramientas, por lo que —así sea de manera rudimentaria— hay una transmisión del conocimiento adquirido, que permite a esos primates transformar intencionadamente el ambiente en que viven.
La transmisión de ese conocimiento no se perpetúa, cada hembra debe repetir la enseñanza a cada cría, lo que no sucede con el ser humano, que al momento de nacer cuenta con un bagaje cultural importante, porque no son iguales las personas que viven en el siglo XXI en la ciudad de México, que los capitalinos del siglo XVII, sus costumbres, inquietudes y conocimientos son otros. En contraste, un chimpancé de hace miles de años no difiere mucho en sus conceptos mentales ni en su comportamiento con los de un chimpancé del siglo XXI, que no esté en cautiverio.
La acumulación de cultura
Esa es precisamente la pequeña diferencia entre hombres y animales: la acumulación de cultura, la cual se obtiene gracias a varios rasgos característicos de la especie humana, que grupos de expertos están investigando cómo se desarrollaron.
Investigadores encabezados por L. G. Dean, del Centro para el Aprendizaje Social y Evolución Cognitiva, de la Escuela de Biología, de la Universidad de Saint Andrews, en Escocia, Reino Unido, publicaron en la revista Science del 2 de marzo los resultados de un estudio que puede contribuir a explicar porqué tenemos la capacidad de acumular conocimiento cultural.
Los especialistas estudiaron el comportamiento de niños de tres a cuatro años, chimpancés (Pan troglodytes) jóvenes y adultos y monos capuchinos (Cebus apella), que debían resolver un problema, el cual consistía en una caja rompecabezas que aumentaba su nivel de complejidad a medida que se avanzaba hacia la solución final. Para alcanzar el objetivo, se debían mover correctamente puertas de colores, botones, hendiduras y ruedas.
Se encontró que los niños llegaban más fácilmente el nivel más alto que los chimpancés y capuchinos. Lo más importante fue que los niños lograban el objetivo poniendo en práctica la cognición social, la cual consiste en la comunicación verbal o corporal, la imitación y la prosocialidad (término que engloba la capacidad de ayudar, cooperar, compartir y mostrar solidaridad). Esas actividades no están presentes en los primates.
Al parecer, esas características son las que han permitido al ser humano acumular conocimiento de generación en generación, pero los investigadores son cautos, Dean ha planteado que: “El notable éxito ecológico y demográfico de la humanidad se ha atribuido, en gran medida, a nuestra capacidad de acumular cultura, con el conocimiento y la tecnología acumulándose a lo largo del tiempo, aunque las capacidades sociales y cognitivas que han permitido dicha acumulación cultural sigue sin estar clara”.
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