¿Será posible?
Todos los días, Dios nos da un momento en que
es posible cambiar todo lo que nos hace infelices.
Paulo Cohelho
José Fonseca
En el libro La mecánica del cambio político en México los autores citan un diario suizo, el Neue Zürcher Zeitung, que el 4 de julio de 2000 consignaba su sorpresa por los resultados de la elección presidencial de México, ganada por el panista Vicente Fox.
Se preguntaba el diario: “¿Cómo fue posible esta transición casi mágica? ¿Cómo fue que un partido con setenta y un años en el poder haya cedido la presidencia del país, sin pactos especiales, sin problemas, mediante una elección democrática, asombrosamente normal?”
Agregaba el diario: “Las calles amanecieron en calma y en paz, con una transición propia de una vieja democracia occidental que de una jornada que había traído a la democracia misma… había algo de magia en esto de la dictadura perfecta ¾tal como la caracterizó Mario Vargas Llosa¾ a una democracia ejemplar”.
Así de ejemplar fue la transición democrática de México.
Salvo algunos rezongos sin importancia, el PRI entregó la Presidencia al Partido Acción Nacional. La toma de posesión fue tersa, civilizada, ordenada, como corresponde a una democracia moderna.
Seis años después no fue posible repetir “la magia”. Primero, el presidente Vicente Fox no sólo actuó incivilizadamente, sino que él y su candidato utilizaron una campaña de odio y rencor que dividió peligrosamente a la sociedad.
Como resultado de esa insidiosa campaña, quien era el candidato mejor posicionado perdió por un ínfimo margen de votos, y se negó a aceptar su derrota.
Andrés Manuel López Obrador en su frustración metió la república en un torbellino de reclamaciones, en una peligrosa espiral de violencia que apenas consiguió ser contenida porque la institucionalidad del gran perdedor de esa elección, la institucionalidad del PRI, acudió a la Cámara de Diputados a formar el quórum para la tormentosa sesión de Congreso General en que tomó posesión Felipe Calderón, la más breve y agitada en más de un siglo.
López Obrador no fue más allá, porque hacerlo hubiera significado liquidar su carrera política para siempre. Se fue a recorrer los caminos y construyó una estructura que ahora se impuso a las siempre indisciplinadas corrientes de la izquierda, las cuales por simple instinto de supervivencia le postularon para la elección presidencial de 2012.
Aunque ha habido indicios de que el gobierno calderonista se inclina por actuar con la misma virulencia foxista para impedir el triunfo del PRI, siempre queda la esperanza ¾lo último que muere¾ de que prevalezca la prudencia que impida sumir el país en otro caos de violencia por una absurda guerra sucia y otra vez la república esté al borde de la crisis constitucional y política. Quizá peor que la de 2006.
A 19 días de que empiece legal y formalmente la campaña por la Presidencia, uno piensa que estamos a tiempo de hacer de esta campaña electoral una en la cual prevalezca la civilidad. No se trata de reprimir la libre y a veces alocada confrontación de idea, sólo de exigirle a todos los actores políticos apegarse no sólo a la letra, también al espíritu de la ley.
Los mexicanos, la mayoría, preferiríamos que este año el comportamiento de los actores políticos reeditaran aquella “magia” de hace doce años, cuando civilizadamente transitamos a la democracia.
Cualquiera otra actitud sólo haría que los mexicanos dejáramos que se nos escurriera de las manos la ocasión de fortalecer política, social y económicamente la nación.
Y sería volver a empezar, como el mítico Sísifo, una y otra vez, una y otra vez.
jfonseca@cafepolitico.com
