Gabriel Fernández Espejel
Fuerzas militares rebeldes de Mali asestaron un golpe de Estado en contra del presidente Amadou Toumani, que concretaron mediante la irrupción en el palacio de gobierno, así como con la toma de la televisión estatal para hacer el anuncio que asumían el control del país y cerraban las fronteras.
Los líderes militares advirtieron, por igual, que disolvían las instituciones de la República hasta nuevo aviso, con la intención de crear un nuevo gobierno incluyente y representativo de todas las regiones de Mali. Los desertores justificaron el golpe de Estado ante la falta de apoyo militar que recibían del gobierno en la lucha de pacificación frente a los insurgentes tuareg en el norte del país, lo que les representó pérdidas humanas significativas.
El problema que enfrenta Mali con los rebeldes tuareg tiene su origen en la caída del régimen de Moammar Gadhafi en Libia, que armó a este grupo étnico y lo utilizó como mercenario hasta el final de su mandato. A raíz de la caída del dictador libio, los tuareg regresaron al norte de Mali, conservando el armamento que les dio la fuerza y determinación suficientes para intensificar su movimiento separatista, presente desde tiempos remotos.
El presidente caído, Amadou Toumani, fue él mismo un militar sublevado que tomó el poder en 1991 a través de un golpe de Estado; no obstante, una vez que abandonó el ejército convocó a elecciones en 2002, mismas que ganó para posteriormente ser reelegido en 2007. Ambos procesos electorales fueron calificados de manera positiva por observadores internacionales. El presidente Toumani logró escapar de los militares sublevados antes de que cayera el palacio presidencial, los últimos informes lo sitúan en algún campamento o área protegida por militares leales a su gobierno. El lugar se mantiene en estricto secreto.
El líder de los militares levantados, Amadou Sanogo, por su parte, ha extendido la mano a los rebeldes tuareg, señala que el país se encuentra bajo control y que llamará a elecciones en cuanto se restablezca la normalidad en Mali. No obstante, la capital Bamako reporta numerosos incidentes de vandalismo y de pillaje, la mayoría perpetrados por los mismos militares rebeldes, lo que hace que la gente esté temerosa de salir a las calles y se sienta ajena al movimiento de Sanogo.
La comunidad internacional condenó de manera inmediata el golpe de Estado, calificándolo como un retroceso en la vida democrática de Mali y un riesgo para la estabilidad de las naciones cercanas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hizo un llamado a la restauración del orden constitucional y del gobierno elegido democráticamente. La Unión Europea, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Mundial coincidieron, por separado, en suspender toda la ayuda que entregan al país hasta que se resuelva la crisis.
Oficiales de la Unión Africana, la organización con la mayor representación en el continente, dijeron que suspendían a Mali del organismo e informaron de una visita al país del oeste de África para conocer la situación de primera mano y buscar un encuentro con las fuerzas rebeldes. La Comunidad Económica de Estados del Este de África (ECOWAS, por sus siglas en inglés), que se compone de 15 naciones de la región desde Senegal hasta Nigeria, condenó por igual el levantamiento.
Veintiún años han pasado desde el último golpe de Estado en Mali y se recuerdan en un nuevo ambiente de polarización. Cerca de 40 partidos políticos buscan atraer el interés de la población y hacer un frente en contra de la junta militar. Al mismo tiempo que los militares en rebelión tienen su mejor carta para ser reconocidos en el intento de pacificación de los tuareg. Escenario que los analistas califican de poco probable, debido a que la falta de armas para enfrentarlos fue la causa original de su levantamiento contra el presidente Toumani.