Prejuicio antirreligioso
Es más fácil desintegrar un átomo
que un prejuicio.
Albert Einstein
José Fonseca
Muchas y diversas reacciones ha provocado la visita a México del papa Benedicto XVI.
Llega en un momento en que estamos en una encrucijada, en una encrucijada política, social y moral.
Al discurso papal cada quien le dará su interpretación. No es fácil hablar de la doctrina católica en un entorno donde bajo el pretexto de la libertad el relativismo cultural no ayuda a encontrar las respuestas que los mexicanos queremos en medio de tanta violencia.
Ensimismados en un presunto laicismo, muchos que debieran orientar no son capaces de ayudar a enfrentar el enigma del mal.
Es sorprendente cómo se soslaya al mal, justamente en una época en que los medios de comunicación nos permiten conocer sus terribles manifestaciones.
Las matanzas de judíos el siglo pasado, la limpieza étnica en la antigua Yugoslavia, las matanzas en países africanos y las resultantes hambrunas. Todas son manifestaciones de los extremos a que puede llegar la maldad.
Igualmente son expresiones de maldad los asesinatos del crimen organizado, los secuestros y la violencia que agobia a tantas comunidades de México, violencia que ya ha costado la vida de más de 50 mil mexicanos.
Innegable que los casos de pederastia en la Iglesia católica también son una expresión de la maldad humana.
Nadie ha procedido con más energía que el papa Benedicto XVI para castigar y, sobre todo, para prevenir no sólo los casos de pederastia, sino para poner fin a la tradición de las jerarquías locales de lavar la ropa sucia en casa. No más, les ha dicho el Papa, no sólo deben denunciar, también dar vista a las autoridades.
Mas la Iglesia no puede quedarse atrapada, como el bíblico Job, contemplando sus llagas, tiene que seguir adelante, como siguen adelante las vidas de más de mil millones de católicos, quienes siguen exigiendo respuestas a las preguntas que provoca la vida cotidiana.
Hay una inocultable veta de prejuicio antirreligioso en quienes cada vez que hablan de la Iglesia católica sólo piensan en los vergonzosos casos de pederastia.
Ese prejuicio, disfrazado de liberalismo, en realidad pretende la marginación de todo pensamiento religiosa en la vida de la sociedad.
Ahora se disfraza de un progresismo que promueve el relativismo, gracias al cual nada es bueno ni nada es malo.
Al final del día, conviene recordar una vieja historia del novelesco cura de Giovanni Guareschi, aquel don Camilo.
Llega al pueblo el obispo, un hombre muy viejo. Lo interceptan las escuadras comunistas del alcalde Peppone. Y ante la resistencia, el viejo obispo sólo les dice:
“¿Qué mal les puede hacer la bendición de un viejo?…”
jfonseca@cafepolitico.com
