Adriana Cortés Koloffon

Es la madrugada de 1684. Sor Juana en su celda imagina. Sueña. Y escribe aquel “papelillo que llaman el Sueño”, como lo refiere en la Respuesta a sor Filotea, una silva de 975 versos sobre el que tanto se ha escrito (José Gaos, Karl Vossler, Robert Ricard y Octavio Paz, entre muchos otros investigadores). En El eclipse del Sueño de sor Juana, Américo Larralde Rangel propone una lectura del Sueño a dos luces: sus reflexiones mantienen un diálogo con las imágenes alusivas a los temas preferidos de la jerónima: la mitología, la pintura, la tradición grecolatina, la filosofía aristotélica y medieval, la astronomía, la poesía y la Biblia. No en balde el autor compara al poema con “un diamante cortado en muchas facetas”.

En el prólogo, Sergio Fernández apunta que Larralde “nos presenta una verdadera novedad en cuanto al singular desciframiento que lleva a cabo con Primero sueño, escrito por la jerónima en la Ciudad de México la noche del día 21 de diciembre de 1684 y la madrugada del 22 del mismo mes (…)”. Ingeniero, pintor, astrólogo, astrónomo y chef de cocina, Larralde diseñó para ilustrar la portada de su libro, un planisferio celeste, con el rostro de sor Juana retratado por Juan de Miranda en su etapa de madurez. Este cartel ofrece al lector las claves para leer el Sueño con los ojos de Larralde, quien analiza con detalle las constelaciones que “destacan, desaparecen o están a punto de aparecer en el horizonte” durante el “amanecer de un 22 de diciembre con Venus, Héspero y Luna llena, seguramente eclipsada”.

¿Qué encuentra sor Juana cuando ve el cielo esa noche? Ve, responde Larralde, “las constelaciones que el hombre occidental dibujó en el firmamento. Ve también la eclíptica: el camino del Sol, adonde se asimilan las órbitas de la Luna y los planetas (…) y las costumbres, creencias, mitos y tradiciones asociados a estos eventos”. Tema de discusión ha sido el por qué la monja intituló así su poema. Fray Antonio de Guevara, en su Reloj de Príncipes, afirma Larralde, “usa las palabras primero sueño como momento del día”. Primero sueño, deduce, sería en invierno el preludio del anochecer, de las 7:40 a las 9:50 pm. “De esta manera —explica— queda aclarado por qué sor Juana llamó así a su poema. No porque planeara un segundo sueño, como sugiere Octavio Paz, ni porque imitara a Góngora en el título de su Soledad primera, como asegura Antonio Alatorre, sino porque en ese momento del día, alrededor de las 9:00 pm, comienza su Sueño”.

Mucho se ha escrito que el Primero sueño es un poema que habla de la imposibilidad de conocer. Al parecer de Larralde, el alma en el Sueño no está perdida en medio del Universo, intenta “comprehender todas las cosas de que el Universo se compone…”, para decirlo con palabras de la jerónima, y “por un salto intuitivo —explica Larralde— lo logra sólo por un instante. Luego lo intenta por medio de la razón y fracasa. Esta actitud luciferina prefigura la aventura del pensamiento humano en el Siglo de las Luces y los siglos subsiguientes”. La intuición, no la fe, agrega el autor, “se opone a la razón en el Sueño”. La fe, tal vez esté latente en que “el sueño es un ensayo de la muerte, y según el Corpus Hermeticum (atribuido a Hermes Trismegisto, citado por el jesuita Athanasius Kircher, autor del Iter exstaticum que sor Juana probablemente leyó), el hombre puede ensayar, una y otra vez, el desembarazarse de todos los vicios adquiridos aquí en la tierra —simbolizados por la posición de los planetas en la carta astrológica natal— y a la hora de la muerte ascender sin trabas hacia la Luz de donde viene, y fundirse con ella, que es también la Causa Primera y Dios mismo”.

El Universo, en el Sueño ¿está más cerca del sistema copernicano que lo considera infinito que del ptolemaico, el cual lo concibe finito? Larralde responde: “En el modelo ptolemaico, al cielo más allá de la luna se le considera incorruptible, pero sor Juana dice claramente que la sombra de la luna invade esta región cuando, allá por el verso 327 se refiere a que el alma —viajando guarecida por el cono de sombra— ha llegado A la región primera de su altura, (la luna) / (ínfima parte, digo, dividiendo / en tres su continuado cuerpo horrendo). Esto es, que la sombra proyectada por la Tierra sigue más allá de la luna el doble de la distancia entre la Tierra y la luna. Esto lo dedujo Hiparco en 125 ac mediante el método de los eclipses y era conocimiento común para todos los que, como sor Juana, conocían bien la historia de la astronomía. Sabía también del derrumbe del modelo ptolemaico y la desacralización de los cielos desde que Galileo apuntó su telescopio a los cielos, la aparición de la supernova descubierta por Tycho Brahe, las leyes de Kepler… descubrimientos conocidos aquí en Nueva España por el mercedario Diego Rodríguez quien escribió un libro sobre el cometa del año 1652, libro que luego le sirvió a don Carlos de Sigüenza y Góngora para escribir el suyo sobre el cometa de 1680. Sor Juana estaba al tanto del derrumbe de la cosmovisión cristiana. Simplemente sólo lo sugirió en su poema porque, como ella dijo en la Respuesta, no quería ruidos con la Inquisición. ¿O sería que, como opina Alfonso Reyes, retrasó la ciencia de su poema para hacerlo más misterioso? O aún más, ¿quiso situarlo en el modelo ptolemaico para, por medio de la simbología astrológica, mostrar la imposibilidad de llegar a la Causa Primera y por lo tanto al conocimiento?”.