Al margen de intereses comerciales

René Anaya

Hace apenas cien años, cualquier rasguño leve o infección de la garganta podía tener graves consecuencias, desde la gangrena, en el caso del rasguño, hasta una septicemia (infección generalizada en todo el organismo); en ese tiempo la posibilidad de fallecer era muy elevada, pues se carecía de antibióticos.

Actualmente, esas infecciones en una persona previamente sana no representan ningún problema grave, pues únicamente se requiere la utilización correcta de antibióticos para erradicar esas infecciones. Pero esta situación podrá cambiar muy pronto.

La era dorada de los antibióticos

Como acertadamente ha señalado la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud: “Algunos expertos dicen que estamos regresando a la era preantibióticos. No. Esta será la era postantibióticos […] Una era postantibióticos significa, en efecto, el fin de la medicina moderna como la conocemos”. Y eso será mucho peor a lo que se vivía hace apenas un siglo, pues se deberá combatir bacterias más potentes y peligrosas.

En poco tiempo se podrá cerrar un circuito infeccioso que comenzó hacia 1910, cuando Paul Ehrlich, médico alemán, probó por primera vez en seres humanos el salvarsán para tratar la sífilis. Esa sustancia, llamada “bala mágica” por su descubridor, se convirtió en la primera arma química contra una enfermedad infecciosa. En la década de 1930 se probaron las sulfonamidas, primeras sustancias bacteriostáticas (impiden la reproducción de las bacterias sin destruirlas).

En la siguiente década se probó y generalizó el uso de la penicilina, que fue el primer antibiótico (destructor de bacterias) que se produjo en el mundo. Allí prácticamente comenzó la época dorada de los antimicrobianos, que se extendió hasta los años de 1970, cuando se creía que solamente era cuestión de tiempo para erradicar las infecciones causadas por bacterias.

La realidad empezó a demostrar que se trataba de uno más de los sueños de la humanidad que se han convertido en pesadilla, porque el mal uso y abuso en su utilización causó que las bacterias tuvieran mutaciones en sus genes o adquirieran genes de resistencia de otras bacterias. De tal forma que algunos antibióticos no solo son ineficaces contra bacterias, sino que pueden servir como nutrientes para ellas. Así podría cerrarse ese circuito infeccioso, con gérmenes más potentes que los de la época en que no había antibióticos.

 

Hacia la era postantibióticos

Actualmente, la industria químico-farmacéutica se encuentra en una carrera por comercializar primero los antibióticos más potentes que combatan las bacterias resistentes, pero esa competición no persigue el bienestar de la gente sino mayores ganancias, por lo que también buscan alianzas con médicos que veladamente son compensados por prescribir sus antibióticos.

En esa carrera se encarece el costo de los medicamentos, pues los laboratorios pretenden recuperar rápidamente su inversión. Por tanto, cada vez la investigación se vuelve más selectiva, se privilegian los trabajos dirigidos a combatir infecciones típicas del primer mundo, en tanto se dejan en segundo plano las infecciones que aquejan a los habitantes de países menos desarrollados, que no podrían adquirir esos antibióticos.

Al margen de esos intereses comerciales, la investigación farmacéutica no marcha al ritmo de las mutaciones de las bacterias. Se conocen y temen las infecciones que se contraen en los hospitales, como el estafilococo dorado resistente a la meticilina, que solamente puede tratarse con antibióticos intravenosos muy caros.

Esta crisis, causada por la resistencia bacteriana a los antibióticos, es producto de muchos factores, entre ellos el abuso en su prescripción por parte de los médicos, pero también la costumbre de los pacientes de suspender el medicamento cuando han desaparecido los síntomas, lo cual no garantiza que se hayan erradicado las bacterias. La automedicación también es un grave problema, por ejemplo, en América Latina solamente en México, Chile, Costa Rica, Perú y Venezuela se prohíbe la venta de antibióticos sin receta médica.

Otros factores de la resistencia a los antibióticos son su empleo generalizado para promover el crecimiento de ganado y aves de corral; así como su utilización en las mascotas, la agricultura (frutas, verduras, orquídeas) y la industria (oleoductos y plantas industriales).

Este uso generalizado de los antibióticos produce su liberación involuntaria al medio ambiente, por medio de los desechos orgánicos de seres humanos y animales, que llegan a las aguas residuales, estas últimas se emplean para regar los campos agrícolas.

De esta manera, los omnipresentes antibióticos de la vida moderna se están convirtiendo en nuestros principales enemigos, ya que propician que las bacterias patógenas (causantes de enfermedades) se vuelvan resistentes a esos medicamentos y, por tanto, produzcan infecciones mucho más graves que las de hace un siglo, que nos puede conducir a la temida era postantibióticos.

reneanayas@yahoo.com.mx