Yogjakarta, Indonesia.- Lo primero que un visitante observa al llegar a Yogjakarta es la amabilidad de la gente. Se trata de un pueblo humilde, que decidió llevar una vida simple, llena de tranquilidad y fuera de toda complicación. A lo largo de las carreteras que comunican a la isla de Java, se encuentran casas modestas, muchas de ellas fabricadas de madera. Dan la impresión de que una enorme serpiente forma una barrera que, en lugar de separar, integra más a su gente; la mantiene unida.  El sol pega duro desde la mañana. Eso es normal, ya que la isla se encuentra en una zona tropical. Lo mejor que un paseante puede hacer es adaptarse lo más pronto posible al clima, a fin de poder disfrutar mejor de las bellezas históricas y culturales que tiene esta isla, una de las más interesantes de Indonesia.  Tiene una población de 124 millones de habitantes, por lo que es considerada como la más poblada del mundo.

Borobudur y Prambanan

Sus habitantes la llaman simplemente “Yogya” y es cuna de la civilización islámica e hinduista, prueba de ello, son las ruinas del templo Borobudur, ubicado en el poblado de Magelang, que muestran la cosmología budista en una escalinata ascendente de nueve círculos que los peregrinos recorren como un viaje a la purificación del alma y a un décimo nivel que simboliza el nirvana. Prambanan, también ubicada en Java, es otra construcción hinduista de sorprendentes formas que hacen recordar lo que los ufólogos han dicho desde hace décadas: la posibilidad de que la humanidad antigua haya tenido contactos extraterrestres. Sus impresionantes templos parecen cohetes listos para despegar hacia el cielo. No es para menos, el hinduismo se caracterizó, al igual que muchas otras, por ser una civilización cósmica como la egipcia, sumeria y maya. Ambos templos están reconocidos por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El Palacio del Sultán

En los alrededores de Yogjakarta se encuentra también el Palacio del Sultán, conocido como Kratón, el cual está conformado por varias construcciones al estilo javanés, donde el Gamelán, grupo de músicos vestidos a la usanza tradicional, ofrecen conciertos de música tradicional que acompañan las historias narradas y actuadas con títeres; un arte al que se le denomina Teatro de las Sombras. El lugar cuenta con patios, pabellones donde la gente descansa del intenso sol. También cuenta con varios museos que exponen fotos, imágenes, muebles y atuendos que muestran el estilo de vida de la familia real del Sultán Hamengkubuwono X, cuyos antepasados han gobernado desde 1755. El jerarca es muy querido en el país y goza de una popularidad muy semejante a la que los ingleses conceden a su realeza.

Un pueblo sonriente

La sonrisa de la gente es un hecho. Esto es porque el islam, religión mayoritaria en Indonesia, dota al creyente de una espiritualidad con la que puede superar cualquier problemática personal y le permite llevar una vida tranquila, sin alteraciones emocionales ni expresiones de odio y molestia.

La motoneta es el principal transporte de los indonesios, quienes la conducen con una gran habilidad. Puede verse a toda una familia a bordo de un solo vehículo sin ningún titubeo. En los cruceros se juntan decenas de motociclistas, dando la impresión de un avispero ansioso de que el verde del semáforo les permita seguir su viaje.

Las tiendas y locales comerciales son simples, sin mayor diseño comercial que una puerta y ventanales para exponer la mercancía. A menudo puede confundirse con casas normales y uno no se da cuenta de que está dentro de una tienda hasta que se ve en medio de artículos diversos como ropa, celulares, regalos y recuerdos. Algo que es muy favorable para el turismo son los bajos costos del hospedaje, desde hoteles cinco estrellas con grandes comodidades hasta villas en forma de chozas y cabañas en medio de una naturaleza atractiva. Sus restaurantes también tienen precios muy accesibles, en los que se puede encontrar todo tipo de gastronomía, internacional, malaya, indonesia, china, y por supuesto, la cocina javanesa, en la que predominan el arroz, los fideos, la carne de res desecada y algunos platillos fritos; todo condimentado con salsas picantes y dulces que le dan ese sabor especial del sureste asiático.