A cien años de la tragedia del también llamado barco “inhundible”, los sistemas de seguridad marítimos se sofisticaron para reducir catástrofes navieras, pero no pudieron evitar que el avión se colocara como el mejor sistema de transportación masiva

 

 

 

Gerardo Yong

El 15 de abril del 2012 se registró el hundimiento del Titanic, el barco transatlántico de pasajeros más grande y lujoso construido por el hombre y, del cual se aseguraba que nada ni nadie hubiera podido hundir. En este desastre, que le costó la vida a 1,517 personas de las 2,224 que se encontraban en el viaje inaugural, ocasionó una serie de cambios en materia de seguridad para los sistemas de transportación marítima. Estas medidas no volvieron a dar certeza a la transportación de pasajeros y en su lugar favorecieron a la navegación aérea, que se rige por el mismo código que el marítimo.

Según el consultor en transporte, Melchor Arellano Chávez, la tragedia del Titanic fue un parteaguas en cuanto a la regulación de los sistemas de seguridad marítimos que, hasta ese momento, no se habían contemplado de manera estructural.

“Surge la necesidad de determinar el número de botes salvavidas, de establecer el número de personas que deben llevar, a qué altura de la cubierta deben ser colocados, cuál sería el sistema de lanzamiento en el momento que ocurre el accidente, a fin de que la evacuación sea más ágil y eficaz”, afirmó.

El también director general del Consorcio Mexicano de Transporte y Negocios Internacionales destacó, a partir de entonces, la Organización Marítima Internacional estableció obligaciones para las embarcaciones a prestar ayuda a navíos en situación de zozobra y a penalizar a los que omitieran esta responsabilidad.

“Todos los errores que se cometieron en el Titanic sirvieron para mejorar el sistema de navegación marítima, permitió una amplia revisión en la materia que va desde la fabricación de los barcos (se asume que el Titanic pudo haber estado mal construido y con materiales de menor calidad, que afectaron los más de tres millones de remaches que unían a las planchas de acero del casco), un exhaustivo monitoreo climático, una legislación internacional más estricta que establece dar apoyo solidario de embarcaciones en caso de naufragios.

Antes del Titanic, los viajes transatlánticos eran una maravilla, pero a raíz de este desastre de proporciones masivas, se generó un pánico a viajar en barco. Esta situación facilitó y hasta catapultó a la aviación entre Europa y América. “Se puede decir, que la aviación comercial fue el ganador con este desastre naviero que, a partir de entonces, disminuyó su uso como sistema de transportación masiva de pasajeros”, explicó.

En la actualidad, no existe transporte marítimo de pasajeros, sólo circuitos turísticos que se realizan en sistemas de cruceros que contemplan estas medidas de las que carecía el Titanic en su época.

Sin embargo, la negligencia humana es el factor que más sigue afectando al mundo marítimo actual. El reciente caso del crucero Costa Concordia, en Italia, parece ejemplificar una descoordinación en el proceso de salvamento, ya que las tareas de socorro se efectuaron con lentitud, además de la falta de compromiso del capitán que prefirió salvarse primero y abandonar a sus pasajeros. A cien años del mayor desastre en la historia naval, nada está escrito en materia de seguridad marítima.