Contrario al libre intercambio

Julio A. Millán B.

En las últimas semanas han destacado las posiciones adoptadas por algunos socios comerciales de México que buscan “proteger” sus mercados y a sus empresarios de los productos mexicanos que resultan más baratos de adquirir que los propios. Un caso es el de Brasil y el comercio de automóviles, que luego de años con una balanza favorable, al registrar un déficit con México, amagó con desconocer el Acuerdo de Complementación Económica ACE 55; los resultados de las negociaciones ya se conocen: en aras del libre comercio enviaremos menos vehículos al país sureño, al menos por un tiempo. Ahora Argentina busca también renegociar los términos del mismo Acuerdo, y por las mismas razones.

Por su parte, Estados Unidos está planteando imponer aranceles compensatorios a refrigeradores producidos en México por empresas orientales y mexicanas, luego de una queja presentada por una marca norteamericana. El argumento que se esgrime es salvaguardar a las familias de miles de trabajadores norteamericanos cuyos puestos están amenazados. Estas medidas abiertamente proteccionistas nos muestran lo delicado de no entender el concepto de comercio libre y justo.

¿Estamos entonces ante una nueva ola de proteccionismo?

Recordemos que el proteccionismo entendido como la política que impone un gobierno, procurando la defensa de la producción nacional frente a la concurrencia extranjera, puede tener varias formas de aplicación: aranceles, tarifas, cuotas, precios, control de cambios, legislaciones, reglamentos, trámites, permisos, entre otros. Todo ello es claramente contrario al libre intercambio. El proteccionismo elimina libertades sobre todo de elección.

Comercio libre y justo implica flujo de bienes y servicios; son restricciones y la eliminación de distorsiones, como las barreras proteccionistas, los monopolios y la competencia desleal. Sin embargo, ello no implica forzosamente dejar completamente libres los mercados.

Recordemos que la actual crisis económica se derivó de la endeble vigilancia a los mercados financieros. Ello ha llevado a muchos a poner sobre la mesa nuevamente la interrogante: ¿es el libre comercio el mejor camino, o es el proteccionismo quien ofrece el mejor método para el desarrollo de las economías?

Al abrir los mercados se puede incrementar los flujos de comercio e inversión, y ello sin duda repercute directamente en el crecimiento económico. Además con la apertura, los consumidores ganan porque tienen acceso a más productos de todo el mundo y en muchos casos a mejores precios, lo que está sucediendo en Brasil donde un auto producido en México es más barato que uno brasileño. La competencia revaloriza los productos, es un mecanismo similar al de la “selección natural”: sólo los productos más competitivos sobreviven en el mercado. En la medida en que los precios se reducen, el factor diferenciador de las decisiones de consumo se traslada a la calidad y al servicio, es decir al valor agregado.

El capitalismo ha sido la plataforma de la economía de mercado. Sin embargo, los resultados negativos a que llevado la aplicación sin limitaciones y vigilancia, como la mala distribución de la riqueza, ha llevado a plantear que lo mejor que puede  pasarle al capitalismo actual es evolucionar hacia un sistema de libertades, un sistema de libre mercado, pero que exista un regulador que construya instituciones y dificulte excesos por parte de los agentes económicos. Es decir, un capitalismo con mercados administrados.

Un mercado administrado es aquél en el que el Estado dicta ciertas normas de comportamiento y tiene un marco regulatorio sobre cómo deben actuar los agentes económicos, desde la perspectiva de un comercio libre. El objetivo es impedir los efectos negativos de los monopolios y de la competencia desleal.

Lo anterior sin duda nos lleva a una gran discusión: ¿hasta dónde puede o debe llegar la intervención del Estado? Es claro que si bien los ciudadanos somos capaces de tomar decisiones de elección, se necesita que alguien administre las actividades de la economía y nos proteja de los abusos del mercado.

La importancia del mercado administrado es que implica un nuevo capitalismo más social, más humano y más integral, sin caer en un intervencionismo estatal, concretado en figuras y prácticas dañinas como el proteccionismo, ni caer en el abuso de las libertades que llevan a iniquidades. Lo que se requiere es responsabilidad social por parte del Estado al controlar las desviaciones del mercado.

jmillanb@grupocoraza.com