Carpizo MacGregor
Más vale morir con honra que deshonrado vivir.
Hernán Cortés
José Fonseca
Falleció el pasado 30 de marzo el doctor Jorge Carpizo MacGregor, ex rector de la UNAM, político, académico, pero sobre todo un hombre de una gran integridad.
Es una pérdida, pues falleció casi en vísperas de cumplir los 68 años, edad temprana para un pensador como él.
Lúcido e intransigente constitucionalista, Carpizo MacGregor, en su incursión en el servicio público dejó huella.
Dejó huella en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde se quedó inacabada la tarea que poco a poco desmenuzaba ya la lista de 500 desaparecidos durante la guerrilla de los setenta. A muchos se les encontró vivos.
En la PGR le tocó vivir el crimen contra el cardenal Juan José Posadas Ocampo. Encontró la verdad jurídica y a ella se atuvo. Por eso sus encendidas polémicas con el cardenal Juan Sandoval Iñiguez.
De su paso por la PGR queda aquella anécdota de cuando los hermanos Arellano Félix acudieron a la Nunciatura a dar le seguridad de que ellos no habían matado al cardenal Posadas.
Pero más allá de las anécdotas, de su paso por la PGR quedó la prueba de su honestidad, de su integridad personal y profesional. Bien pudo proclamar que como las aves del poema pasó por el pantano sin manchar sus alas.
Llegó a la Secretaría de Gobernación en momentos difíciles para la nación. La inquietud política amenazaba con transformarse en crisis luego del levantamiento del EZLN y del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Acontecimientos que cimbraron a la nación y estuvieron por poner en riesgo la elección presidencial de 1994.
Algunos, entre ellos quien esto escribe, lo acusamos de intransigente, pero el tiempo demostró que mantener la tranquilidad política, entonces tarea de la Secretaría de Gobernación, exigía precisamente eso: intransigencia y determinación para cumplir con la ley y la Constitución.
Su paso por la Secretaría de Gobernación es una etapa luminosa, por el férreo respeto al marco legal que garantizó las elecciones presidenciales de 1994. Llegó el momento en que sólo su integridad bastó para esa garantía.
Al dejar el servicio público fue embajador en Francia. A su regreso se incorporó a la vida académica de la UNAM, donde contribuyó a forjar una generación de brillantes juristas.
Harán falta mentes lúcidas como la suya. Intransigentemente republicanas, patriotas y particularmente meticulosas en el respeto a la ley.
Con justicia del doctor Carpizo se aplica la frase de Arthur Schopenhauer:
“El honor es la conciencia externa, y la conciencia el honor interno”.
Carpizo siempre cumplió con los dos.
jfonseca@cafepolitico.com
