Peligro de emergencia alimentaria y sanitaria

Gabriel Fernández Espejel

El golpe de Estado que se produjo en Mali podría pasar a la historia como uno de los más desafortunados en África. La justificación original que daban los militares sublevados era la necesidad de contar con mayor apoyo armamentista para enfrentar a los rebeldes tuareg; sin embargo, apenas una semana después de la toma del palacio de gobierno vino la pérdida de la región noreste a manos de los separatistas.

Días después, a raíz del rechazo de la población, así como de las presiones políticas y económicas internacionales decidieron entregar parcialmente el poder.

Antes de que el capitán Amadou Sanogo, líder de la junta militar, decidiera transferir el mandato, buscó como último recurso el apoyo de la Comunidad Económica de Estados del Este de África (ECOWAS, por sus siglas en inglés) para hacer frente a los tuareg. No obstante, ECOWAS, que tenía ya preparado un ejército de más de 3 mil soldados, rechazó sólo aportar equipo y logística en la solución del conflicto.

A partir de la debilidad evidente de la junta militar, ECOWAS ha jugado un papel determinante en la definición del nuevo gobierno. La Comunidad Económica firmó un acuerdo con los golpistas en el que se estipuló un plazo de 40 días para el regreso a la constitucionalidad en Mali, mediante el cual levantan las sanciones económicas que se habían impuesto.

El acuerdo supuso la renuncia voluntaria del presidente depuesto, Amadou Tolumani Toure, así como el juramento del vocero del Parlamento, Dioncounda Traore, como presidente interino hasta la realización de las próximas elecciones.

Amadou Sanogo y la junta militar consiguieron, por su parte, la facultad para dar seguimiento de cerca al proceso para restablecer la normalidad en el país, al mismo tiempo que ayudarán a decidir la organización de la contienda electoral.

En este trance, los rebeldes touareg, que conservan las armas que utilizaron cuando se desarrollaron como mercenarios en Libia bajo las órdenes de Muammar Gadafi, se han venido fortaleciendo. Reportes de las Naciones Unidas y de Amnistía Internacional desde la capital del país, Bamako, alertan de una posible tragedia humanitaria en el norte del país. Los organismos internacionales han dado a conocer una serie de asesinatos, violaciones y robos a la población civil, que es obligada a abandonar ciudades y territorios bajo el control de los touareg.

El presidente interino Traore ha seguido, prácticamente, los mismos pasos que tomó la junta militar en su ascenso. Primero, ofreció la mano a los rebeldes a fin de que se mantenga la unidad nacional, posteriormente los amenazó con aplicar toda la fuerza militar posible a fin de pacificar y recuperar el área bajo su dominio. Sin embargo, los tuareg, pueblo nómada berebere que vive en las regiones del Sahara y el Sahel entre los países de Libia, Argelia, Nigeria, Burkina Faso y Mali se dicen discriminados y olvidados por el gobierno de Bamako por su color más claro por lo que reclaman el territorio como propio.

Bajo este escenario, especialistas y organismos internacionales dudan de la posibilidad real de que se puedan llevar a cabo elecciones, por lo que ven como única vía para el restablecimiento de la paz la intervención militar de ECOWAS. De lo contrario, Mali podría dirigirse hacia una severa crisis alimentaria y sanitaria.