Poniatowska, De la Fuente o Góngora

Marco Antonio Aguilar Cortés

Los ciudadanos de nuestro país, en número aproximado de 80 millones, tendremos que decidir quién será el próximo presidente este 1 de julio venidero. No permitamos, desde ahora, que un tribunal electoral supla la voluntad popular.

Nuestra lista nominal de electores nunca ha sido confiable, ya que por lo general se encuentra crecida, por así convenir a las autoridades en turno, quienes ordinariamente tienen interés en influir en la sucesión correspondiente.

Dudo de que un votante serio, responsable, y no comprometido previamente con algún partido político, descarte a Josefina Vázquez Mota por haber tenido un connato de desvanecimiento hace algunos días en evento público. La descalifican otras cosas, pero no ésta.

El hecho de que Andrés Manuel López Obrador se haya equivocado desde la tribuna de su propio mitin al afirmar que había como candidatos, para esta elección presidencial, “un hombre y tres mujeres”, no lo inhabilita como opción para el votante.

Nada impide a Gabriel Quadri de la Torre seguir siendo candidato en esta elección federal del 2012 por haber señalado que no conocía a Elba Esther Gordillo Morales, cuando quizá ésta tampoco lo conozca a él.

Resulta sospechoso el que instigue a no votar por Enrique Peña Nieto por sólo haber nombrado tan superficialmente a la Biblia, cuando alguien frente a cámaras de televisión le preguntara los nombres de tres libros que más le hubiesen impactado.

A cuestiones tan superficiales e irrelevantes no debemos valorarlas como el fundamental motivo de nuestro voto.

Cuestiones de mayor importancia deben ser la causa de nuestro rechazo o de nuestra aceptación al momento de emitir nuestro sufragio.

Como presidente de México, ¿qué hará frente al actual desempleo?, ¿qué medidas tomará ante la violencia, inseguridad, crimen organizado y narcotráfico?, ¿qué determinaciones culturales y educativas aplicará en su sexenio?, ¿qué estructura económica impulsará en el país?, entre otros asuntos de grave importancia.

Y con base en lo anterior, deben contar muchas otras cosas de los candidatos para lograr la confianza del elector; por ejemplo, su congruencia.

A mí me parece más auténtico el López Obrador del año 2006. Muchos de sus razonamientos de hace seis años yo los puedo suscribir; en cambio, ahora en 2012 cuando he preguntado a diversas personas si creen en la metamorfosis sufrida por Andrés Manuel, no he encontrado a nadie que me diga que sí cree en esa transformación sincera.

Pero no dejo de reconocer su talante bizarro para designar, antes del día de la elección, a su gabinete. Al menos, para mí, tres personas destacan significativamente: Elena Poniatowska Amor, Juan Ramón de la Fuente Ramírez y Genaro David Góngora Pimentel, porque cada uno de ellos, a mi parecer, nos honraría siendo presidente de México, aun reconociendo que no son opciones reales para este proceso, pero, sí, son mejores que quien pretende ser su jefe.