Viaje de Calderón a Cuba, al cuarto para las doce

Carlos Jiménez Macías

¡Qué tiempos aquellos! Cuando nuestro país brillaba en el campo internacional como una de las naciones más progresistas, más libres y más generosas en el mundo de entonces; cuando su voz se escuchaba como impugnadora del fascismo; cuando México era tierra de asilo para los perseguidos de los déspotas, ya fueran Hitler, Franco, Somoza, Batista, Videla o Pinochet. Daba igual.

Siempre estaban las puertas abiertas para los que luchaban por la libertad y la justicia. Tiempos dignos de recordar, cuando una pléyade de diplomáticos de muy alta intelectualidad ocupaban puestos decisorios no sólo en su país, sino también en los foros multilaterales.

Tiempos idos, muy lejanos, pero que volverán. Volverán cuando la insignificancia diplomática de los regímenes panistas no sea sino un mal recuerdo de las épocas aciagas del entreguismo, la abstención, la timidez sumisa. Una nueva generación se ha preparado para volver a crear una política exterior inteligente (cualidad cuya ausencia ha sido cruelmente resentida), activa, decidida y libre de miedos, complejos y ataduras. Y esa generación, no cabe duda, rechaza los mediocres manejos de la relación de México con el mundo que ha caracterizado la acción del partido en el poder.

La noticia de hace algunos días, que no sacudió a nadie, fue que el presidente Calderón estuvo de gira. Esta vez fue a Cuba, en un viaje relámpago de paso rumbo a Cartagena de Indias.

Fue ésta la primera visita de un mandatario mexicano a la isla caribeña en diez años; diez años de malentendidos, crisis y desafortunadas intervenciones en el sistema internacional. Del sexenio pasado, no ha quedado sino la grosera locución del “comes y te vas”, que da idea de esa concepción foxista sobre la conducción del Estado en la relación bilateral con una nación amiga.

Ahora, el presidente de la república, al cuarto para las doce, se decidió a realizar una visita oficial a Cuba, así de paso, aprovechando el viaje, supongo que dio como explicación a su anfitrión Raúl Castro. Su agenda seguramente fue muy intensa, a condición de que le hicieran caso. Según esto, fue a profundizar el diálogo sobre los intercambios comerciales al tiempo que abordó asuntos políticos, migratorios, de explotación de recursos petrolíferos compartidos, comercio e inversión, derechos humanos e integración latinoamericana y caribeña…

¿Todo eso agotó? ¿En menos de 24 horas, sueño reparador incluido? Tantos desencuentros provocados por su gobierno y su antecesor difícilmente podrán ser olvidados.

¿Qué el mandatario de un país laico en misión oficial fue a entrevistarse con el arzobispo de la Habana? Me imagino que el encuentro tuvo como objetivo intercambiar anécdotas, porque si no, debo confesar, con el respeto que me merece la fe que profeso y practico, lo que el señor cardenal haya opinado o deje de opinar sobre asuntos internos de mi país, me tiene sin cuidado.

De Cuba, el Presidente partió hacia la Cumbre de las Américas, en donde seguro tuvo la brillante actuación que ha acompañado su presencia en esos foros ¿O no recuerdan algunos de esos trascendentales discursos de avanzadas posiciones que lo han caracterizado?

Y luego a Texas, en gira de despedida. De ahí a Washington donde recibió una presea. Una más, la que sea, después del premio que no hace mucho le otorgaron en Las Vegas…

cjimenezmacias@yahoo.com.mx