Como algunos pronostican
Los cielos nunca ayudan al hombre
que no quiere actuar.
Sófocles de Colona
José Fonseca
Muchos analistas pronostican que quienquiera que gane la elección presidencial no contará con mayoría absoluta en el Congreso de la Unión.
Es posible, pero ello no es necesariamente una tragedia.
En todas las democracias presidencialistas es común que el Poder Ejecutivo no tenga mayoría absoluta en el Congreso.
Algunos sostienen que así se fortalece la división de poderes. En el sistema de pesos y contrapesos de la democracia representativa original se contempló que el Poder Legislativo acotara al Ejecutivo.
Así ocurre en muchas democracias. Eso obliga al Ejecutivo a realizar negociaciones y acuerdos que le permitan la aprobación de leyes cuyo objetivo es cumplir con un programa de gobierno y sus políticas públicas.
En México, desde 1997, cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, el partido en el poder no ha tenido una mayoría legislativa absoluta. Eso no ha impedido la aprobación de iniciativas de ley promovidas por el Ejecutivo.
Sólo un ejemplo. Fue una Cámara de Diputados en la cual no contaba el PRI con mayoría la que aprobó el programa de rescate bancario promovido por el presidente Ernesto Zedillo.
Más recientemente, un Congreso no dominado por el partido del Ejecutivo aprobó el aumento de uno por ciento en el IVA.
Así pues, un Congreso sin mayoría absoluta para nadie, como tantos auguran no es necesariamente una desventaja, ni debe tener un efecto paralizante en las tareas del presidente de la república.
Por supuesto que el objetivo de los candidatos y candidata presidenciales es obtener el mayor número de escaños y curules en el Congreso. Y, claro, de preferencia obtener la mayoría absoluta.
Pero, contrario a lo propuesto por muchos especialistas, quizá el problema no es si un presidente de la república tiene o no mayoría en el Congreso de la Unión.
El problema es cómo se negocia con la oposición para lograr acuerdos que faciliten la aprobación de las políticas públicas necesarias para cumplir razonablemente con un programa de gobierno.
Insistimos, no es una tragedia política, pues al final de cuentas le da al Congreso de la Unión el papel de ser contrapeso al poder presidencial y cumplir así con la función asignada por la Constitución.
No debe ser una tragedia cuando el Ejecutivo federal posee el talento para la operación política y la capacidad negociadora necesarios para llegar a acuerdos con la oposición.
Y si, además del talento político, se posee la cualidad de cumplir compromisos, nada impide al presidente de la república cumplir razonablemente con su programa de gobierno.
jfonseca@cafepolitico.com
