Se desmoronarían como presidentes

Marco Antonio Aguilar Cortés

Es muy insensato, por parte de algunos candidatos a la Presidencia de México, el atacarse entre sí, cuando el electorado lo que espera de ellos son propuestas viables de solución para los graves problemas que nos aquejan.

Pero, además, a ellos corresponde en primerísimo término cuidar, y fortalecer, la institución de candidaturas, a través de respetarse mutuamente.

Pésima se observa Josefina Vázquez Mota cuando asegura majadera e inquisitorialmente, y al parecer sin ningún sustento, que “Enrique Peña Nieto es un mentiroso”, cuando su propia vida está plagada de farsas.

Deplorable se exhibe la dama Josefina cuando arremete diciendo que “no al autoritarismo de la república amorosa de ese trasnochado que enarbola a la izquierda”.

¿Qué necesidad hay de que a sus contendientes los agreda de manera tan personal, a uno como mentiroso, y al otro como autoritario y trasnochado?

¿Qué beneficio recibe México con este lanzamiento de excreción que hace la señora Josefina? Y su mano, y su boca, ¿cómo quedan después de estas acciones tan patéticas para todos, que ella supone, seguramente, lo mejor de sí misma?

Da tristeza a la población el mirar, el escuchar, a Andrés Manuel López Obrador, de 60 años, endilgarle a Enrique Peña Nieto, de 45 años, el peyorativo de que es “vil chatarra”; o el formular la insulsa metáfora de que “como ya el PAN no tiene levadura, están inflando al merengue de Enrique Peña Nieto”. Forzado es equiparar a Peña Nieto con Antonio López de Santa Anna en los últimos años de poder de éste, ya que más fácil es pensar en la equivalencia de López de Santa Anna con Andrés Manuel en la inicial búsqueda por ejercer el mando.

Si fueran serias sus propuestas, entre otras, la de hacer “un tren bala que lleve la velocidad de 300 kilómetros por hora que vaya por toda la Riviera Maya hasta Palenque, más cinco refinerías”, no habría ninguna necesidad de insultar personalmente a un contendiente, cuando esta descalificada conducta, carente de amor, se revierte en su contra.

El pueblo de México no les pide a los candidatos en campaña que se amen los unos a los otros, sino sólo que se respeten a sí mismos, siendo considerados con sus adversarios electorales, pero sobre todo con sus electores.

Sean un poquito inteligentes, o al menos usen su sentido común, de tenerlo. Consideren que la borrachera electoral es tan pasajera, que la resaca perdura por más tiempo, y que en el ejercicio del poder, si lo obtienen, tienen que llamar a la unidad nacional, y lograrla, puesto que no hay manera de gobernar para todos, sin obtener el respeto de todos, cuando previamente han sembrado respeto en todos.

Miren que las majaderías personales que los ahora candidatos se formulen mutuamente serán un obstáculo insalvable para quien gobierne; además de que las ocurrencias hirientes, cuando más, provocan un espectáculo que distrae a la opinión pública de lo verdaderamente importante.

Seguramente que, por ello Peña Nieto, menos letrado que los rijosos, pero más juicioso, plantea constantemente su decisión de no dividir nunca al pueblo de México.