Para no olvidar a la Peque Josefina

María Eugenia Merino

“Está vacío, lo sé muy bien, no dice nada. Pero yo sé, yo únicamente, que ese vacío está lleno de mí mismo”, nos dice José García en su cuaderno, que es como el cuaderno de todos los escritores, donde se toman notas, se apunta alguna idea, una frase, una cita de algo que se está leyendo.

Cada libro nos toca de manera diferente. El libro vacío, de Josefina Vicens (Villahermosa, Tabasco, 1911-1988) es una gran, enorme novela —no obstante su extensión—, que tiene muchas lecturas; me aproximo aquí a una de mis favoritas.

¿Está realmente vacía la vida de José García… en su vida no pasa nada? No lo creo. Pasa una vida, sólo eso, con sus dudas, sus mediocridades, sus ilusiones truncadas, su cotidianeidad sin grandes tragedias, excepto las que todos padecemos alguna vez, su cansancio, su grisura; todo esto que es, paradójicamente, lo que lo hace un personaje brillante. Y tan importante como José es su esposa, siempre tan en segundo plano pero tan indispensable para que él pueda continuar con la meta que se ha trazado: “escribir”. Es ella quien, sin decirlo, ha descubierto su secreto y la única que sabe lo que le sucede a José.

Y qué decir de ese otro personaje que campea por sobre toda la obra, la literatura, porque Josefina —con sencillez, sin grandes artilugios ni exceso de metáforas— le ha logrado imprimir un carácter especial, central. La trama gira alrededor del hecho de que José quiere escribir pero no puede hacerlo, sin embargo va escribiendo a lo largo de su primer cuaderno, en un intento por encontrarse a sí mismo: “Si algo escribiera en él, sería la confesión de que yo también me estoy esperando desde hace mucho tiempo, y no he llegado”.

A veces mis alumnos terminaban la novela confundiéndose con la línea tenue que separa lo maravilloso del libro de Josefina Vicens, del libro de José García —este burócrata cuya existencia gira alrededor de ese momento en que, casi con vergüenza, debe sentarse a escribir y lo único que enfrenta es la desesperación ante la página en blanco, maravilloso lugar común entre todos los que escribimos.

¿Hasta qué punto estamos leyendo uno u otro? ¿Por qué durante tantos años Josefina guardó silencio? Publicó su primera novela a los 47 años y luego pasarían otros 24 para la segunda: Los años falsos. ¿Habrá llenado ese tiempo con el “angustioso placer con el que nunca se queda uno conforme”, según sus propias palabras pero que parecieran dichas por su personaje? Al preguntarle qué hizo durante esos años entre ambas novelas sólo repuso: “Vivir”, como lo hizo José García,  y porque a final de cuentas la literatura es eso, vida, como la de José, que llena aquel primer cuaderno  de anotaciones con las que termina contándonos sus anhelos, sus frustraciones, su desesperación, pero sin llegar nunca a concretarlo en el segundo cuaderno, el vacío: “Mis cuadernos. Tan tristemente llenos, éste de impotencia y el otro de blanca e inútil espera”.

Y La Peque —como siempre llamaron a Josefina sus amigos—  logra una profundidad en el yo interno de su personaje en la línea de las mejores narraciones de Jean Paul Sartre, Albert Camus y otros escritores, dentro de la corriente existencialista de “la nada”, pues El libro vacío es también un ensayo, una metáfora del vacío existencial que en este caso consume a José. Quizá mucho daño le hizo la etiqueta que le colgaron de “literatura para europeos” o “novela para escritores”, luego de recibir el premio Villaurrutia —premio de escritores para escritores— en 1964, luego de que la prestigiosa editorial Julliard la publicara en francés, y que hizo que durante mucho tiempo no se le considerara una obra “popular” entre los lectores “comunes y corrientes”, a pesar de la aparente sencillez con que está escrita y de la historia fácilmente comprensible; digo aparente porque la obra es profunda en dos sentidos: el literario y el de la vida misma.

Como José García, yo también tengo un cuaderno. Así se fueron conformando mis clases de lectura y libros que he escrito.

Demasiado poco espacio para hablar de la abundancia de este vacío —valga el doble oxímoron.

demicuaderno@gmail.com