Gerardo Yong
El consumo de carne ha estado asociado a un mayor desarrollo evolutivo del hombre. Se dice que este hábito empezó como una forma carroñera durante la transición de las eras del Plioceno al Pleistoceno, ya que el hombre no cuenta con las capacidades cazadoras que tienen los animales verdaderamente carnívoros. En el libro titulado Man the hunter, Richard B. Lee e Irven DeVore señalan que los protohomínidos o primeros seres en forma humana, que habitaban en las sabanas africanas, solían completar su dieta vegetariana con la carne. La cacería posteriormente proveyó a los hombres primitivos la destreza y los reflejos lo que, a su vez, aumentó el rendimiento de la inteligencia y de su organización social.
De la domesticación al sacrificio
La domesticación de animales como el buey, la cabra, las ovejas y algunas aves convirtieron la caza en un sacrificio sistemático para obtener productos cárnicos con mayor disponibilidad y menor esfuerzo. Se ha establecido este periodo alrededor del 7,000 A.C., sobre todo en civilizaciones como la macedonia, cretense y de Asia Menor. Es lo que puede decirse que era el albor de la sociedad ganadera, muchas veces justificada con objetivos socioculturales que ofrecían el sacrificio de decenas y hasta cientos de animales para propósitos religiosos. No hay que olvidar la palabra griega “hecatombe” (compuesta por hecatón “cien” y bous , buey), que era un sacrificio hecho por griegos y romanos para obtener favores de los dioses.
Carne y tabúes
En otros casos, la carne de otras especies originó diversas formas culturales de consumo como la del cerdo, que se convirtió en alimento prohibido para algunas sociedades como la judía y la islámica, y la de vaca, en la India. Hay teorías antropológicas que sostienen que estos cambios se debieron a que la productividad de esas especies cárnicas era exorbitantemente cara o causaban deterioro del entorno. Hay registros históricos que indican que las cabras, por ejemplo, dejaban inservibles las laderas de las montañas donde pastoreaban debido a que sus pezuñas endurecían la tierra por donde pastoreaban.
Testimonios como estos pueden revelar que la misma producción cárnica está sometiendo al medio ambiente a un desgate de grandes proporciones que, incluso, está empeorando el llamado cambio climático, por el que se acelera el deshielo de los glaciares (necesarios para el balance climático mundial) y el incremento en las temperaturas que trae consigo problemas como inundaciones y desabasto de agua potable.
Cambiando hábitos alimenticios
Políticos y activistas internacionales como Maneka Gandhi, han denunciado que la producción de carne es un factor directo del deterioro ambiental. Otros como la filantrópica vietnamita Ching Hai, creadora de una corriente espiritual denominada Quang Yin, establecen que el cambio climático podría empezar a revertirse si se toman medidas drásticas en la alimentación humana.
Según ella, cambiar los hábitos alimenticios al vegetarianismo ayudaría a crear condiciones más favorables para impedir que el fenómeno natural siga avanzando y, por ende, amenazando el futuro de la vida humana. Ching identifica al sector ganadero como una industria que desperdicia grandes cantidades de agua, tierra cultivable y energía. El ganado produce el 51 % de las emisiones de gases efecto invernadero del planeta, debido a que es la mayor fuente de metano atmosférico, un gas más potente que el bióxido de carbono, que estimula ese factor de deterioro ambiental.
Tal vez esta propuesta de sustituir el consumo cárnico por una dieta basada en legumbres y vegetales pueda parecer descabellada, sin embargo, está siendo considerada por diversos gobiernos del mundo que la han considerado como una opción menos costosa para proteger el medio ambiente y combatir el calentamiento global. En junio de 2010, la Organización de Naciones Unidas instó a la comunidad internacional a adoptar una dieta libre de carne y productos lácteos.
Pérdida de recursos agrícolas
Por otra parte grupos ecologistas, además de denunciar la matanza de millones de animales de granja cada año, han advertido que la drástica pérdida de espacios agrícolas podría ocasionar hambrunas severas con grandes cantidades de muertes comparables con un genocidio planetario.
También han evidenciado que la carne de res está siendo cada vez más saturada de sustancias engordadoras como el clembuterol; en el caso del pollo, con hormonas, que podrían ser responsables de cáncer en glándulas sexuales.
Debido a que el cambio climático no sólo se presenta en su forma física en desastres naturales, sino en la afectación de la conducta humana, estudiar todas las propuestas que permitan disminuir la cantidad de gases tóxicos, es una opción que debe considerarse en todo momento. Estados Unidos y China, han estado en la mira como los principales emisores debido a sus intensivos procesos industriales. Estos países se han negado a someterse a regulaciones internacionales para disminuir el nivel de sus emisiones, argumentando efectos económicos devastadores como el quiebre de empresas y el desempleo. Sin embargo, el simple hecho de cambiar un hábito alimenticio podría ayudar a generar alternativas ambientales con un beneficio más directo en la salud mundial a largo plazo y a un costo mucho más bajo.