Apuesta al cambio de la opinión pública
Bernardo González Solano
La gran mayoría de los analistas suponían que el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos de América (EUA), Barack Husein Obama, prudentemente esperaría que la elección presidencial de su país hubiese pasado —en el mes de noviembre próximo– para exponer definitivamente su posición respecto a tan vitriólico asunto. Pero el esposo de Michelle tomó por sorpresa a los responsables políticos al declararse, el miércoles 9 de mayo, a favor del matrimonio homosexual, posición que conlleva muchos riesgos en un país donde los “valores” dividen profundamente a los electores y se utilizan por cada bando para movilizar a sus partidarios como mejor les conviene.
“Para mí, a título personal, es importante afirmar que pienso que las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”, declaró en una entrevista a la cadena de televisión ABC en la Sala Oval de la Casa Blanca. El paso se había dado; muchos meses de ambigüedad quedaban atrás. Barack Husein Obama pasaría a la historia no sólo por haber sido el primer mandatario mulato en la patria del Tío Sam. Dijo que al final había decidido apoyar tan trascendental medida después de hablar “con amigos, miembros de mi familia, vecinos… [y haber visto a] “miembros de mi equipo que tienen relaciones homosexuales monógamas muy consolidadas y que crían niños juntos”. En la entrevista mencionó a los soldados homosexuales que, pese a la abolición de una ley de 1993 que obligaba a los soldados a mantener en secreto su orientación sexual con la amenaza de ser despedidos del ejército (“Don´t ask, don´t tell: No preguntes, no digas”), se sienten “limitados… porque no pueden casarse”. Obama refirió que había hablado con jóvenes estudiantes republicanos que, a pesar de estar en contra de su política económica o internacional, “creen en la igualdad” de los derechos de los homosexuales. Incluso, el mandatario mulato hizo saber que sus hijas, “Malia y Sasha tienen amigos cuyos padres son del mismo sexo”. Tratar diferente a los gays “no tiene ningún sentido para ellas, y, francamente, esto cambia la perspectiva” del debate, agregó.
Opiniones divididas
Tal y como sucede ahora, la declaración presidencial figuró entre las búsquedas más frecuentes en el site estadounidense. No podía ser de otra manera. Las palabras de Obama se convirtieron en una primicia en la historia de Estados Unidos, donde ningún presidente jamás se había declarado públicamente favorable a este tipo de matrimonio, máxime que Barack las pronunció poco después de un referéndum en Carolina del Norte que alcanzó el 61% de los votos contrarios al matrimonio homosexual.
Actualmente, seis estados (Nueva York, Massachusetts, Connecticut, Iowa, New Hamphshire y Vermont) y el Distrito de Columbia (ciudad de Washington) autorizan el tan debatido matrimonio, pero treinta y nueve lo prohiben específicamente: Nevada, Arizona, Ohio, Florida, Colorado, Michigan, Virginia y Carolina del Norte, en su Constitución estatal, y el resto por medio de leyes reglamentarias. La encuestadora Gallup acaba de presentar un sondeo nacional sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo en territorio de Estados Unidos: hace un año, el 53% de los estadounidenses se manifestaron en contra, ahora, en 2012, se redujo al 48%. En esta misma encuesta, a favor del matrimonio homosexual se manifestó el 50% de los norteamericanos; 65% demócratas y 57% ciudadanos sin partido; 22% republicanos; 90% de los ciudadanos que no tienen identidad religiosa; 60% de los protestantes; 47% de los creyentes religiosos.
En tales circunstancias, será el Tribunal Supremo –el mismo que tiene en sus manos la suerte de la reforma sanitaria propuesta por Obama– el que se pronunciará de forma decisiva, a propósito de una sentencia de California, que considera que la prohibición del matrimonio homosexual viola la igualdad de derechos. En muchos sentidos, la bola tiene que pegar en muchas bandas, por lo menos más de tres. El taco lo tiene que manejar un jugador muy diestro, y resulta que Obama es zurdo.
Sin duda, el mandatario mulato sabe lo que se juega en tiempos electorales, sobre todo tratándose de su única oportunidad para reelegirse. El riesgo es alto con tema tan polémico. Obama apuesta al cambio de la opinión pública de su país, que ha virado más rápido de lo que muchos esperaban. Si hace siete años había una amplia mayoría en contra, en los días que corren van adelante los que están a favor, sobre todo entre jóvenes y mujeres, donde se encuentra el mayor número de votos para que Obama pueda reelegirse. Obama terminó, de hecho, con la discriminación de los homosexuales en el otrora sacrosanto ejército y apoyó las parejas gay. Aunque la minoría negra no está de acuerdo con este “matrimonio”, los expertos aseguran que no cambiará su voto a favor de Obama en razón de este trascendental apoyo, sino, en todo caso, por un probable empeoramiento en su condición de vida con el mandatario negro.
En búsquda de la reelección
Nadie podría hablar de ingenuidad en esta nueva posición de Obama. En una campaña electoral como la que está en el tablero, centrada básicamente en la economía, en un movimiento inesperado (como debe de ser en tales circunstancias), el presidente que busca la reelección introduce en el juego una reivindicación que engarza perfectamente con los combates históricos por la igualdad de los derechos civiles. Al fin y al cabo, los que lucharon por estos derechos fueron, fundamentalmente, los negros, no los blancos. Además los homosexuales y lesbianas son blancos, negros, latinos, asiáticos y de todos los lares posibles, aunque a muchos estadounidenses wasp (White, Anglo, Saxon, Protestant: blanco, anglo, sajón y protestante) en ocasiones se les olvida que la Unión Americana es una sociedad multiétnica. Aunque no movilice a las mayorías, el tema del matrimonio homosexual preocupa a núcleos muy influyentes, entre los que se incluyen los recaudadores de fondos para su campaña. Una cuestión de generación.
De tal suerte, las asociaciones gay estadounidenses inmediatamente hablaron de una decisión “histórica”. Barack Obama no sabía, bien a bien, cómo resolver el asunto. En 1996, se pronunciaba por la legalización. Cuando se presentó como candidato al Senado, en 2004, se manifestó en contra, arguyendo pruritos religiosos. Después, en 2009, dijo estar “en evolución”, aunque prefería las “uniones civiles”. “A fin de cuentas –justificó el miércoles 9 de mayo–, la religión no es solamente el sacrificio de Jesús. Es también: trata a los otros como quisieras que te trataran a ti”.
¿Por qué hacer el anuncio precisamente ahora? Según el presidente Obama dejó entender en la entrevista con ABC, la “inesperada” declaración del vicepresidente Joe Biden, el domingo 6 de mayo, durante el programa Meet the Press, a favor de la legalización del matrimonio homosexual, precipitó su “evolución”. Ya que en política nada es casual, muchos piensan que hubo un acuerdo previo entre ambos. Así debe ser. Un uno-dos, como corresponde a un presidente y un vicepresidente. Nada de cuentos.
Así las cosas, atacado por la prensa por su incapacidad para pronunciarse claramente sobre el asunto, Barack Obama no quiso aparecer como “hipócrita” distrayendo con reflejos en el espejo a la comunidad homosexual –grupo que cuenta con importantes contribuyentes de campaña– dejando entender que tomaría una posición hasta que resultara reelegido. Los reproches menudearon, tanto así que Obama decidió tomar medidas a favor de los gays. La primera fue poner fin a la política del silencio sobre la situación de los soldados homosexuales en el ejército.
Según el periódico The Washington Post, el equipo de gobierno de Obama estaba dividido. Sobre todo por la posible pérdida de votos para el candidato Obama en varios de los estados cruciales del sur, como Virginia o Carolina del Norte. Pero, si la mayoría de los negros se opone al matrimonio gay, 61% de los jóvenes menores de 40 años de edad lo aprueban. Barack Obama hizo el cálculo que los negros decidirán votar por él pase lo que pase, mientras que los jóvenes tienen necesidad de motivos suplementarios de movilización.
Sin discriminaciones
La “Evolución”, con mayúsculas, de Barack Obama se completó, en verdad meses atrás. En 2011, el primer mandatario mulato de Estados Unidos, rompió los moldes establecidos y designó como secretario social de la Casa Blanca por primera vez a un homosexual declarado: Jeremy Bernard. Con este motivo, el presidente dijo: “No hacen falta nombres, ni caras, ni outings (sacar a otra persona del armario)”. En su Casa Blanca no se discrimina a nadie por cuestión de preferencias sexuales. La elección de Bernard para un puesto que muchos consideran uno de los más importantes de la residencia presidencial –es uno de los cargos que obligan a informar directamente, casi a diario, tanto a la primera dama como al propio presidente–, fue un mensaje claro.
La designación de Jeremy Bernard –nativo de San Antonio, Texas, hijo de un abogado que luchó en el movimiento de los derechos civiles– no defraudó al presidente. Sus cenas de Estado –incluyendo la última al primer ministro de la Gran Bretaña, David Cameron, con 365 invitados– son un éxito. Tanto así, que posiblemente se deba a Jeremy Bernard que la campaña de Obama haya recaudado el pasado jueves 10 de mayo, en una cena que costó 40 mil dólares por cabeza, casi 15 millones de dólares, ofrecida en la casa del actor George Clooney.
Bernard llegó a la Casa Blanca procedente de París, donde trabajó tres meses como asesor social del embajador estadounidense en Francia, Charles Charles Rivkin. Obama lo quiso en la residencia presidencial y lo reclutó. Desde hace poco más de año y medio, Bernard se ha encargado de organizar desde el más insignificante coctel hasta una reunión bilateral de gran calado, como la cena de cónyuges de líderes del G-8 que se celebraría el sábado 19 de mayo en Washington, a la que por cierto asistiría la pareja del nuevo presidente de Francia, François Hollande, con la que no está casado, ya que hablamos de matrimonios. Esto demuestra que no siempre es necesario el vínculo conyugal legal para asistir a reuniones del más alto nivel internacional.
Por cierto, ese sábado 19 de mayo, el presidente Barack Obama deberá decidir entre recibir al presidente francés, Hollande, al margen de la reunión del G-8 en Campo David, Maryland, o asistir al casamiento de Christine Quinn en Nueva York. Posible próxima alcaldesa de la Gran Manzana en noviembre de 2013. La portavoz del consejo municipal de Nueva York desde 2006, oficialmente invitó al presidente de Estados Unidos, a la celebración de su unión matrimonial con otra mujer, la abogada Kim Catullo, en el encopetado barrio de Meatpacking District.
Kim Catullo, descendiente de familia irlandesa, de 45 años, famosa por su carácter bien templado, no ha dejado de cantar elogios sobre la posición del inquilino de la Casa Blanca en favor del matrimonio homosexual. “Cuando veamos el pasado, veremos este momento como un parteaguas en el combate por la igualdad de los derechos en Estados Unidos. Y no digo esto porque me caso el próximo sábado de la siguiente semana. Ese día, caminaremos por el pasillo central, no solamente con nuestros padres… sino también con el presidente de Estados Unidos a nuestro lado”, afirmó orgullosa Kim Catullo.
Por si algo faltara, el número de esta semana de la revista Newsweek dedicó su portada a una fotografía del presidente Barack Obama con este pie: the first gay president, que no necesita traducción.


