Josefina y Andrés Manuel

 

Félix Fuentes

Debido al escándalo en la Universidad Iberoamericana, con motivo de la visita de Enrique Peña Nieto, quien fue blanco de graves insultos, tanto Josefina Vázquez Mota como Andrés Manuel López Obrador creyeron que los estudiantes del país se volcarían a favor de ellos.

Estudiantes de la misma Ibero desmintieron que hubiesen actuado a favor o en contra de algún prospecto a  la Presidencia de la República. A través de redes  sociales se dijeron apartidistas y no ser objeto de manipuleos políticos.

Vázquez Mota, de escaso entender universitario y renegada por haber estudiado en la Ibero, se lanzó en pos de los estudiantes y los instó a tomar las calles con el propósito de impedir el “regreso del PRI”.

Se pronunció a gritos la desesperada panista por la organización de marchas de jóvenes universitarios en  diferentes estados de la república “para evitar el regreso del PRI”. Obvio, creyó que con ello sería llevada en hombros a Los Pinos.

En su atropellado discurso manifestó Josefina: “la gente ya se dio cuenta del autoritarismo y de la represión con que se pretende gobernar”. Se refirió a los 71 años de priismo, sin mencionar cuánto ha sucedido en los casi 12 años de regímenes del PAN, con saldo de 60 mil ejecutados y la incontenible práctica de extorsiones en  la república.

Llegó más lejos López Obrador, quien también se desespera por no salir del tercer lugar, de acuerdo con el promedio de las encuestas, y convocó a una concentración de jóvenes el domingo pasado, en el Zócalo capitalino. Hubo quienes calcularon una asistencia de 10 mil manifestantes, pero entre los estudiantes se mezclaron mineros y electricistas, así como burócratas capitalinos.

En la precampaña de hace seis años, el tabasqueño llegó a repletar la Plaza de la Constitución y esta vez sólo llenó la cuarta parte.

Luego, el lunes pasado, Andrés Manuel encabezó otra manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, en un intento por capitalizar el recuerdo de estudiantes muertos por el ejército el 2 de octubre de 1968.

Allí hizo pronunciamientos soñadores el candidato del Movimiento Progresista. Propuso la “entrega de  estafeta a los jóvenes”, como si ya estuvieran listos para recibir y ejercer el poder. No se sabe que los jóvenes derriben gobiernos o ganen elecciones, si bien deben ser escuchados sus reclamos e inquietudes. Ya en la madurez idean sus propios destinos.

El izquierdista se olvidó en unos meses  de la “república amorosa” y del “amor y paz”. Demandó en Tlatelolco a los estudiantes que se dediquen en las próximas vacaciones a trabajar  por la democracia. Espera ver a caravanas de estudiantes pronunciándose por él, como en el pasado lo hacían trabajadores sindicalizados.

Mucha gente esperaba, ciertamente, una baja sensible en la aceptación del priista Peña Nieto tras de su desafortunada incursión en la Ibero, pero no sucedió. De acuerdo con encuestas publicadas por Milenio, el mexiquense subió cuatro puntos, mismos que registró López Obrador a la baja.

Las huestes del tabasqueño se desesperan porque no rebasa a la albiazul Vázquez Mota, así diga que está por alcanzar a Peña Nieto. Es un fenómeno inexplicable para mucha gente. O el voto duro a favor del priista es demasiado duro, o los adversarios de éste no convencen.

Quiera o no, Josefina representa un gobierno frustrado, causante de inseguridad y alrededor de 60 mil muertos, además de haber incrementado la pobreza y el desempleo. Y López Obrador desespera por sus vaivenes. No se puede ser socialista, luego amoroso y otra vez socialista.