Todo seguirá igual

Alfredo Ríos Camarena

Las notorias ausencias de la figura del presidente Felipe Calderón, que no fue siquiera mencionado por alguno de los candidatos, y de Elba Esther Gordillo, patrocinadora del supuesto vencedor, el candidato Gabriel Quadri de la Torre, impidieron hacer más polémico el debate.

Todos los participantes tenían claros sus objetivos; el señor Gabriel Quadri tenía como aspiración aumentar el voto del Panal para lograr el registro, y debemos reconocer que lo logró, aun cuando la dicotomía ideológica entre lo que él dice ¾adorador de la iniciativa privada, caricaturesco y servil con los poderosos¾ no coincide con los objetivos sociales de un partido que nace de un sindicato supuestamente progresista; Quadri se apodera del disfraz de ciudadano para atacar a los “políticos” una y otra vez, y dada la poca importancia real que tiene, ninguno de los aspirantes siquiera lo mencionó. Esto permitió que el referido candidato del Panal pudiera contestar las preguntas y referirse a los temas, aun cuando, claro está, desde una derecha ultraconservadora que alaba a la guardia española y a los carabineros chilenos, y más aún, quiere la privatización de la Comisión Federal de Electricidad y de Petróleos Mexicanos; en esa misma tesitura pidió la supresión de los subsidios a la gasolina y al campo. En ese escenario logró su objetivo, a pesar de la pobreza ideológica y contradictoria del personaje.

Josefina Vázquez Mota intentó, sin éxito, golpear al candidato del PRI; todo su discurso tuvo ese objetivo, y aun cuando hubo momentos que captó la atención de la opinión pública, su presencia, poco carismática, su tono de voz que molesta y aturde, no le permitieron hacer mayor cosa; nunca pudo contestar la pregunta de Peña Nieto respecto a las inasistencias en la Cámara de Diputados y al cobro que hizo a pesar de su ausencia. Las crisis internas del PAN, el mal desempeño del gobierno de la república, especialmente en el tema de seguridad, no le permitieron avanzar más de lo que ya ha hecho; probablemente se quede en tercer lugar en la elección.

Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que dijo cosas importantes y reales, como sus referencias a la corrupción y a la pobreza, manejó un discurso anticuado y repetitivo; los jóvenes votantes quizá no comprendieron sus referencias históricas a Santa Anna y ni siquiera a Salinas; hay que reconocer, sin embargo, que mantuvo las propuestas que siempre ha reiterado, pero enfocadas anacrónicamente.

Enrique Peña Nieto, en principio nervioso, pero a lo largo del desarrollo del debate logró contestar con agilidad mental y con fuerza argumentativa; qué bueno que subrayó que su propuesta no es la de privatizar Pemex. En cuanto a presencia, voz y ademán, fue superior a los demás. Y lo más importante es que logró su objetivo, seguir como puntero y no recibir ataques que lastimaran su imagen de ganador. Sin embargo, gran parte de sus temas se sustentaron en los logros que obtuvo como gobernador del Estado de México.

La transmisión y la producción fueron pésimas, y desde luego, el pequeño “error” de sacar a cuadro a una hermosa playmate, que estaría muy bien en otro tipo de programas.

Se logró una importante audiencia, lo que refleja el interés de la ciudadanía; no se dijo nada nuevo ni trascendente que cambie en forma importante las preferencias ya definidas; seguramente así lo registrarán las encuestas de los próximos días.

El debate plano, insípido, y las cosas seguirán como están.

Lo interesante será la organización del debate del 10 de junio en Guadalajara, en el que no debe estar ausente, como hasta hoy, el importante tema de la política internacional.