Patricia Gutiérrez-Otero
Para cuando salga esta entrega ya se habrá casi olvidado el debate entre los candidatos a la Presidencia de la República, o ya se habrán hecho muchos análisis, sin embargo, quiero manifestar mi percepción general en este espacio.
Aunque el formato era muy cuadrado, sí hubo cierta interacción entre los candidatos, por lo menos para atacarse y defenderse. La posición tanto de la cámara como la del recuadro para la traducción simultánea para sordos, no fue la mejor. En México todavía debemos aprender cómo fomentar un mejor debate. El Instituto Federal Electoral, desde mi punto de vista, faltó de absoluta seriedad al elegir a la chica edecán.
Los candidatos actuaron según su estilo y su intencionalidad.
Los tres candidatos punteros decidieron ignorar a Quadri, ni siquiera lo cuestionaron sobre su candidatura en un partido tan cuestionable como es Nueva Alianza ni su relación con la Gordillo. Vázquez Mota y López Obrador dirigieron su artillería contra Peña Nieto quien se defendió y atacó mejor de lo que yo hubiera esperado, pero sin demostrar, como lo ha subrayado Lorenzo Meyer, una superioridad en el debate que explique la supuesta posición delantera que las encuestas detectan.
Andrés Manuel López Obrador se dirigió a la gente, subrayando continuamente el fondo de la situación electoral: el país está en pocas manos, entre ellas el duopolio televisivo, y Peña Nieto es su títere. No siempre contestó a las preguntas de manera puntual dando prioridad a presentar su posición central, pues ésta puede explicar la posición holgada de Peña Nieto: todo el poder fáctico y el dinero que están detrás de él, desde el aparato más que probado del pri hasta el apoyo irrestricto de los medios, pasando por sus padrinos, sobre todo Salinas de Gortari, cuya foto con Peña no pudo verse. Evidentemente, el formato no favoreció a López Obrador quien necesita más espacio para responder. Sin embargo, su estrategia fue inteligente y sostenida. Su presencia agradable, y hasta se gastó una bromita.
Vázquez Mota, lástima que su voz no le ayude, respondió a las preguntas, le pegó a Peña Nieto, no se metió con López Obrador. Sin embargo, como muchas veces, se veía acartonada. Insistió en su diferencia tratando de recapturar al electorado femenino. Afloró su sexismo al referirse a las mamás (y no a los padres) en cuanto a la importancia de la educación; su opción bélica al hablar de una policía militarizada. Le ayudó su propuesta de crear cuántas televisoras sean necesarias.
Peña Nieto se defendió como pudo y atacó tanto a López Obrador como a Vázquez Mota. Sin embargo, aunque lo empujaron al “despeñadero”, no lo despeñaron totalmente. Su discurso no fue sobresaliente. Al igual que Vázquez Mota aprendió bien sus respuestas, aunque el tic de su ojo izquierdo mostraba su tensión.
Quadri que no tiene nada que perder, y seguro mucho por ganar, mostró su capacidad académica de hablar en público y de estar frente a un atril. Tramposamente se sitúo del lado de los ciudadanos, obliterando que es candidato de un partido, ya lo dije, ominoso. En donde mejor estuvo es en su territorio: la sostenibilidad. Sin embargo, mostró su neoliberalismo atroz y su apoyo a quien le paga.
Ya se ha hablará mucho de quién perdió o quién ganó. En todo caso, después del debate, sigo convencida que la única opción es Andrés Manuel López Obrador.
Además, opino que hay que respetar los acuerdos de San Andrés Larráinzar, derribar el Casino de la Selva, revitalizar el campo, evitar la destrucción de Wirikuta, tener una estrategia global en el combate al crimen organizado empezando por luchar contra la corrupción…
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