Ausentes, en las campañas presidenciales

René Anaya

Cada seis años, los candidatos a la presidencia presentan sus programas de gobierno o sus líneas generales de acción, acompañados de discursos más efectistas que efectivos sobre los diferentes problemas que asuelan el país, pero a la investigación científica y tecnológica no le dan la importancia que se merece.

En las actuales campañas electorales, los candidatos han reconocido la necesidad de invertir más en ciencia y tecnología, pero su planteamiento tan solo se ha quedado en buenas intenciones, con excepción del candidato de las izquierdas que sí ha hecho una proposición seria.

 

Diez para ciencia y tecnología

Andrés Manuel López Obrador, asesorado por un equipo que, en términos generales, es conocedor de los problemas que enfrenta la investigación científica y tecnológica en México, ha propuesto diez pasos por seguir para fortalecerla, con el objetivo de impulsar el desarrollo del país.

Entre esas acciones destacan la creación de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación para que la generación de conocimiento y la innovación sean de interés público; la inversión, al final del sexenio, de uno por ciento del producto interno bruto en investigación y desarrollo; la fundación de una agencia para financiar la Investigación y fortalecer la Infraestructura en ciencia, tecnología e innovación.

Esa agencia recabaría recursos públicos, privados e internacionales para siete áreas estratégicas: energías alternas; biotecnología marina; biotecnología agropecuaria; medio ambiente y calentamiento atmosférico; ciencias farmacológicas; violencia, seguridad, procuración de justicia y estado de derecho; e impactos sociales, económicos y culturales de la revolución tecnocientífica y la comunicación global, la reorganización del trabajo y del fenómeno de mundialización.

Asimismo, se pretende aumentar a 50 mil el número de investigadores nacionales; fortalecer el padrón de posgrados de excelencia y el programa de becas; generar un sistema de recursos para la investigación básica; estimular a los investigadores para fundar empresas innovadoras; y fortalecer los planes y proyectos para impulsar la innovación.

Pero la gran ausente en este proyecto prometedor es la comunicación social de la ciencia, es decir el periodismo y la divulgación científicos, que deben jugar un papel primordial en la creación de una verdadera política científica de Estado.

 

La importancia de comunicar

En los últimos años, varios especialistas e investigadores han referido que se requiere un nuevo contrato social para la ciencia y la tecnología “entendido como el adaptar la ciencia y la tecnología a las nuevas realidades políticas, sociales y medioambientales”, según ha señalado Mónica Lozano (“El nuevo contrato social sobre la ciencia: retos para la comunicación de la ciencia en América Latina”, Razón y Palabra, No. 65 Año 13, noviembre-diciembre, 2008). En ese nuevo contrato deberá realizarse una verdadera comunicación, es decir que el mensaje vaya en las dos direcciones, en una realimentación productiva y no sólo del científico y el comunicador hacia la sociedad.

En esas condiciones, la comunicación social de la ciencia además de dar cuenta del acontecimiento científico y tecnológico, debe proporcionar el contexto sociocultural, económico y político, así como las repercusiones que podrá tener tanto en el ámbito privado como en el social.

El objetivo es insertar las actividades científicas y tecnológicas en las preocupaciones cotidianas de la sociedad, para tener más oportunidades de contribuir a crear un pensamiento científico que aliente la conciencia crítica de la población, con el propósito de lograr el desarrollo integral del país.

No se trata únicamente de comunicar el nuevo conocimiento y señalar las repercusiones que pueda tener, sino también de propiciar la participación de la población en el planteamiento de los problemas y posibles soluciones. Pero esa participación en la política científica del país no puede lograrse únicamente con la comunicación social de la ciencia, se requiere que cada sector haga su tarea.

Las autoridades lo deberán hacer con un verdadero programa de política científica; en tanto que el comunicador social de la ciencia deberá hacerlo en su medio, donde reforzará ese pensamiento científico, vale decir crítico, con el propósito de que cada niño, joven y adulto analice la información que se le proporciona, sea capaz de formarse un juicio crítico y decida, con conocimiento de causa, sobre las situaciones que le atañen directamente en el ámbito cercano; y que los jóvenes y adultos, en el ámbito público, influyan en la toma de decisiones sobre política científica y sobre otros aspectos de la vida democrática del país.

Probablemente, la conjunción de esfuerzos de investigadores, autoridades y comunicadores podrá lograr la democratización del conocimiento y, quizá solo entonces, el conocimiento científico y tecnológico y otras expresiones artísticas y culturales beneficien a la sociedad.

reneanayas@yahoo.com.mx