Entrevista a Carlos Resa Nestares/Académico de la Universidad Autónoma de Madrid

 

Nora Rodríguez Aceves

“Antes los policías tenían un incentivo para mantener no sólo los niveles mínimos de violencia dentro del control del mercado de la droga sino para que ésta no fuese pública, estos tabúes que eran anexos a una forma de gobierno autoritaria se han roto y es lo que explica la violencia, pero en la medida que tratamos de explicar la violencia como el fruto de las drogas se está cometiendo un gran error, porque las drogas son un elemento que participa y que financia parte de toda una industria de la protección privada que existe en México, pero no son el único elemento.”

Poniendo como ejemplo a Los Zetas, ellos “protegen a gente de la industria de las drogas, pero también protegen los talleres, las tienditas, un amplio rubro, y extorsionan, tienen un amplio rango, y la industria de las drogas es muy importante entre el grupo de clientes que tienen las empresas de protección privada, las empresas de protección ilegales; esto es lo que está sucediendo más o menos en México, pero desde mi punto de vista, muy personal, el gobierno debería tratar de quebrar esa industria de la protección, porque es mucho más importante para el objetivo último, porque la industria de las drogas puede generar problemas de corrupción, pero la industria de la protección privada produce muchísimos más problemas”, señala Carlos Resa Nestares, profesor asociado de Economía aplicada en la Universidad Autónoma de Madrid.

En el marco de su participación en el Foro Internacional sobre políticas de regulación del consumo de drogas, Carlos Resa explica en entrevista con Siempre! que “hay una asunción aparentemente universal de que las drogas generan automáticamente violencia. Hay tres tipos de violencia que pueden generar las drogas: la primera es la puramente farmacológica, los sujetos se vuelven más violentos cuando consumen drogas, aunque hay dudas sobre que produzcan mucha violencia de este tipo; la violencia de tipo adictivo que es la necesidad de ingresos para financiar el consumo de drogas, que puede tener algunas motivaciones; y la  motivación económica, que es la lucha por los clientes, la lucha por los territorios, etc. Existe escasa evidencia en el mundo al respecto de que las drogas generen violencia: en Estados Unidos el consumo de drogas es bastante más importante que en México y los niveles de violencia son muy bajos desde que se acabó la epidemia del crack, en el cual la violencia tenía que ver mucho más con el entorno de jóvenes consumiendo en una especie de guetos y combatiendo por territorios y por asuntos personales; la violencia asociada a las drogas en Estados Unidos es mínima”.

La droga influye

De igual forma,  “la violencia asociada con las drogas en Europa desde que se acabó la epidemia de la heroína, donde los consumidores sí tenían necesidades de financiación que les hacían asaltar bancos, etc., es prácticamente nula.  Lo que debería preguntarse México es por qué las drogas en México generan violencia, lo mismo que en Colombia, pero dentro de Latinoamérica, en Perú y en Bolivia, en donde hay producción importante de drogas no hay violencia; y en el mismo caso de México, durante al menos dos décadas entre los setenta y los noventa la industria de las drogas apenas generó violencia en este país, por lo tanto, no podemos acusar a una sola cosa, las drogas, los narcotraficantes, de la violencia, pensando que ésta es la causa última; digamos que es una influencia que entra en un entorno en el cual se hace proclive la violencia, pero no es la causa última de esta violencia”.

En opinión del especialista en materia de narcotráfico, “lo que hace violentas las drogas es un entorno donde la violencia adquiere otro tipo de beneficios para los participantes, que pueden ser distribuidores de drogas o no. Lo que me resulta curioso es que el gobierno mexicano, los medios en general, hablen de la narcoviolencia, cuando en muchas ocasiones se están asesinando policías entre sí, por lo tanto las causas deben estar en otro lado, y sobre todo sin analizar cuáles son las causas profundas de cada uno de los asesinatos. Por ejemplo, ayer ¾26 abril¾ el subsecretario de la Secretaría de Seguridad Pública acusaba a una persona, de la cual desconozco su nombre, de haber asesinado a mil 500 personas; ¿esto puedes demostrarlo ante los tribunales?, porque si yo hubiese sido la persona acusada de esto, te presento una demanda por difamación. Es suficientemente grave que una persona encargada de hacer cumplir la justicia se permita hacer valoraciones gratuitas difamando a la gente, por muy mala o asesina que sea la persona; esto es, debería tener un nivel de regulación donde cada uno de los asesinatos se trate de solucionar individualmente, no se dice: estas 10  personas que han matado son fruto de la lucha de plazas, y nunca se investiga más”.

Asimismo, “tenemos una gran cantidad de personas asesinadas que no sabemos cómo fueron asesinadas, pero que el gobierno y los medios de comunicación acusan a unas personas o al  narco en general, y una situación no sólo es grave en sí misma,  porque demuestra la impotencia del gobierno,  sino un problema de actitud hacia el problema.  El problema no se solucionará haciendo grandes acusaciones, el problema se solucionará a un nivel mucho más micro, tratando de solucionar todos y cada uno, en la medida de las posibilidades, de los asesinatos que se producen, tratando de llevar a la gente a los tribunales y metiéndolos en la cárcel”.

Aunque claro, advierte Carlos Resa, “es un proceso mucho menos efectista  que salir en una rueda de prensa diciendo: hemos detenido tal número de  narcos. Las cifras que se proporcionaron durante un tiempo sobre detenciones de los grandes cárteles se producían si tú estabas en un determinado territorio que la Procuraduría General de la República decía  que era del cártel  X; si te detenían ahí, eras automáticamente del cártel no sé que. Esto no es serio, primero debes presentar las pruebas ante la justicia, segunda cuestión y más importante,  ¿para qué haces esto?, ¿para demostrar que eres muy eficiente en la destrucción de cárteles?  No eres nada eficiente,  si yo paso por la calle y me detienes porque llevo droga y me dices que soy del cártel de los Arellano Félix, ¿a dónde quieres llegar?”

Por qué aumentó la violencia

En este mismo sentido, el también consultor de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Drogas y Delincuencia expone su análisis sobre porqué hay un aumento de la violencia luego de la alternancia política en México. “Cuando el PRI gobernaba, en los últimos años de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, lo que ocurrió fue que la industria de las drogas está protegida por una serie de policías más o menos conectados con el nivel político; los policías que venían protegiendo la industria de las drogas eran múltiples y tenían diversos grados de asociación con el sistema político, pero le tenían una lealtad entendida como un interés profesional en ese sistema, y era mantener la violencia en los niveles mínimos, por eso la violencia se mantuvo, y los que la ejercían masivamente en la resolución de conflictos entre los diversos grupos de la industria de las drogas eran policías, los cuales tenían un interés profesional para consolidar sus carreras  como policías para que no hubiese una violencia muy visual; esto lo que producía era una protección muy eficaz para la industria de las drogas, con bajos niveles de violencia, porque los policías preferían cualquier otra solución en los posibles conflictos, que el ejercicio de la violencia”.

“En los últimos momentos del gobierno de  Salinas de Gortari, cuando los partidos de oposición comienzan a ganar gubernaturas, cuando en la PGR se introduce gente con otros ideales y que trata de cambiar la policía, ¿qué es lo que sucede?, pues que los policías salen de la Policía Judicial Federal, de diversas instituciones donde se había vendido protección, pero no se van a la calle, al desempleo, sino que se van a otras diferentes policías a seguir en las mismas actividades o se van a ejercer la violencia privadamente, con lo cual lo que has hecho es sacar del sector público el elemento de control y entonces ya lo tienes mucho más descontrolado, lo que produce que dentro de las policías federales tengas a un montón de personas nuevas sin ninguna experiencia en la venta de protección. Vender protección es relativamente complicado, como puede saberlo cualquier mafioso; es decir, la venta de protección privada es la actividad propia de la mafia, llámale  extorsión o como quieras llamarla; esta gente sale, y entran otras personas que no tienen los conocimientos ni la habilidad ni el tiempo siquiera para ejercer tareas de protección y que optan por capitalizar la plaza en el muy corto plazo, extorsionando, lo cual le genera a la industria de las drogas nuevas necesidades de protección que tiene que buscarse en otras agencias, públicas o privadas”.

“Es curioso, señala Resa Nestares, que el primer grupo que tiene un grupo de violencia en México sea incapaz de crearlo en México y tenga que irse a California, los Arellano Félix, y tienen que contratar a pandilleros de California para crear su propio grupo de violencia. Este es el momento crucial del cambio en la industria de México, ya tenemos actores privados con el ejercicio autónomo de la violencia, porque antes, cuando Félix Gallardo quería matar a otra persona, suponiendo que la quisiera matar, lo que hacía era hablar con la gente que le vendía protección, decirle “tengo interés en matar a tal persona”, y entonces algunos policías, los que fuesen, iban y lo asesinaban”.

Se privatizó la protección

Pero, “en el momento que ya se privatiza el ejercicio de la protección y que se fragmenta la protección privada proporcionada del Estado y ya no sólo es la Policía Judicial Federal o en su momento la Dirección Federal de Seguridad la que brinda esta protección sino que, en cascada, hay otros agentes que compiten con la protección dentro de las agencias estatales y, en menor medida, las agencias municipales, todo el mercado de la protección se vuelve un caos: unas personas contra otras, unos tratando de extorsionar a otros, otros tratando de proteger a otros, y en este caso sí que la violencia es la única fórmula que funciona en el mercado de la protección. Es decir, para vender protección eficaz y para conseguir clientes, tú tienes que demostrar que eres el más violento del mundo, eres  más violento que todos los posibles competidores dentro del mercado de la protección, esto es lo que explica no sólo la violencia sino la visualidad de la violencia, porque tú necesitas hacerte publicidad; cuando eras el policía que vendía protección, tu publicidad era: hemos detenido a este individuo, lo metemos a la cárcel, y era obvio que eras muy bueno vendiendo la protección, o lo torturamos, pero ahora mismo la protección tiene que ser mucho más visual y mucho más extensiva, y esto es lo que hace no sólo el mercado más violento sino la violencia mucho más visual para todo el mundo”.

“Lo que ha ocurrido en México es que la policía no ha sido capaz de democratizarse, en el sentido de tener una base autoritaria donde el objetivo de los policías era satisfacer a su jefe político en términos de otorgarle paz social, incluso, en términos monetarios, y esto no ha sido capaz de ejercerlo una policía relativamente más autónoma, pero dedicada a construir casos y conseguir condenas en los tribunales, que es la participación democrática de las policías en cualquier lugar del mundo; pero como no se ha conseguido esto, metemos de repente al Ejército para tratar de reducir la violencia en algún lugar como podáis, seguramente lo consiguen en el corto plazo y tengas bastante éxito, pero esto no te ayuda a solucionar el problema de fondo, tú sigues teniendo ahí una industria de la protección que sigue estando viva”.

De ahí que lo que hay que hacer “es comenzar a detener a los mafiosos y a los narcotraficantes para condenarlos y meterlos a la cárcel, esto no será  un proceso de rosas, pero en algún momento habrá que empezar con la estrategia, que ése es el compromiso legal que tienen los gobiernos, es decir, no estoy diciendo que se tomen medidas extraordinarias; la arquitectura legal en México tomada así como técnica legal es genial, de las mejores del mundo, de las más avanzadas, de las más sujetas a discusión, y es muy buena, el problema es que la diferencia entre la ley y la práctica es masiva, están de un lado a otro, entonces cambiando las leyes no vamos a solucionar las prácticas, tenemos que combatir la práctica; entonces la cuestión es, tendremos que empezar a detener gente, conseguir sentencia y meterla a la cárcel, ése es el círculo, y a medida que consigamos esto iremos avanzando lentamente hacia el objetivo de ser un México más pacífico”.