Apostaron a que lo harían bolas        

 

Los errores más pequeños

son siempre los mejores.

Molière

 

 

José Fonseca

 Un viejo adagio político, de hace casi 20 siglos, advierte a los políticos a ser muy enfáticos en sus discursos, pero también a no cometer el error de creerse todo lo que dicen.

Algo así les ocurrió la noche del debate a la candidata presidencial panista Josefina Vázquez Mota y al candidato presidencial de la izquierda Andrés Manuel López Obrador.

Durante dos meses han dicho una y otra vez que el candidato presidencial priista Enrique Peña Nieto era un político sin sustancia, incapaz de debatir.

“Es un merengue inflado”, decía grosero López Obrador. “Es un muñeco de sololoy”, decía no menos grosero el panista Juan Ignacio Zavala.

Y al llegar al debate, panistas e izquierdistas estaban convencidos de que Peña Nieto trastabillaría. Apostaron a que lo harían bolas.

Desafortunadamente para el PAN y la izquierda, apostaron tan fuerte, que bajaron a nivel de menos cero las expectativas de los ciudadanos sobre la capacidad de Peña Nieto para discutir.

Olvidaron el viejo adagio y cometieron el error de creerse la narrativa que habían construido.

Y, contrario a las expectativas de tantos, no sólo no se desplomó el priista Peña Nieto. Es posible que no haya tenido el desempeño más brillante de su carrera pública, pero la percepción es que enfrentó con solvencia los ataques de sus adversarios.

En los siguientes días sabremos si el debate alteró las preferencias electorales. Si eso no ocurrió, a la candidata presidencial panista y al candidato presidencial de la izquierda no les quedará sino arreciar sus críticas al mexiquense.

Sin acuerdo previo, ambos buscarán capitalizar en su favor la veta de antipriismo tan cuidadosamente cultivada en algunos sectores políticos y académicos.

Esa intención explicaría el abandono del “amoroso discurso” de López Obrador. Sus invectivas, eso sí, pronunciadas en tono suave, sin la estridencia de años pasados, buscan mantener su voto duro, el cual por momento sintió que flaqueaba. Y de paso intenta atraer a los antipriistas, sean panistas o no, a quienes impedir el regreso del PRI a Los Pinos se ha vuelto una obsesión.

Obsesión que por momentos contagia al presidente Calderón y a su gabinete. Esta semana, con el pretexto de discursos sobre asuntos económicos, criticaron acremente a los gobiernos priistas.

La misma obsesión que ante el triunfo de Vicente Fox en las elecciones presidenciales de 2000 que llevó a tantos a exclamar: “¡Qué bueno, sacamos al PRI del poder; no importa si al país se lo lleva la fregada”.

Faltan seis semanas de campaña. El primero de julio averiguaremos si fue más fuerte la obsesión antipriista que la urgencia de construir un mejor futuro para la nación.

 

jfonseca@cafepolitico.com