Hernán Lara Zavala

 El relato o novela breve, uno de los géneros literarios más difíciles y estimulantes, comparte con el cuento el tempo narrativo y la contundencia pero, por otro lado, debe tener una extensión que no exceda las cien cuartillas y una composición compleja que no se ciña a un solo conflicto sino que se abra a un tratamiento más amplio y profundo así como un efecto acumulativo que supere el de una epifanía simple. Hace cincuenta años apareció Aura de Carlos Fuentes, bello y misterioso relato bajo el sello de Era que en cierto modo se ha especializado en publicar este tipo de textos como El apando de Revueltas, Batallas en el Desierto, de Pacheco o La noche de García Ponce en cuidadas y atractivas presentaciones. Ahora, a cinco décadas de distancia, la misma editorial lanza una edición conmemorativa de Aura con diseño e ilustraciones de Vicente Rojo que resulta un verdadero deleite para el lector.

Aura se convirtió en una de las novelas breves canónicas dentro del boom y desfila junto con El perseguidor de Cortázar, El coronel no tiene quién le escriba de García Márquez, Sombras suele vestir de José Bianco, Los adioses de Onetti, La invención de Morel de Bioy Casares, para mencionar sólo unas cuantas, entre los grandes relatos de la literatura latinoamericana contemporánea.

El lugar común dice que para escribir Aura Fuentes se inspiró en los Papeles de Aspern de Henry James. Sin duda hay muchos puntos de coincidencia en la anécdota, pero todo mundo sabe que los escritores se nutren naturalmente de otros escritores sin demérito de originalidad. La génesis de la novela de James está inspirada en la idea de que Byron dejó parte de su obra poética abandonada en la casa de una de sus amantes, la señorita Borderau, en Venecia, papeles que el protagonista de la novela intenta recuperar en la obra convirtiéndose en inquilino de la ex amante y de su sobrina. Aura está, qué duda cabe, emparentada con la novela de James, pero tiene un tratamiento muy diferente, además de poseer otras influencias y referencias literarias, pero sobre todo porque ocurre en el ámbito mexicano con lo que se convierte en una obra completamente distinta en cuanto a su mitología, a su intención y desenlace. Lo primero que llama la atención de Aura es el punto de vista narrativo elegido por Fuentes, la segunda persona en presente, que tan bien manejaba él y que da la sensación de emanar de la propia conciencia del protagonista, Felipe Montero. Pero la historia de repente salta al futuro o se remonta al pasado creando la sensación de vértigo, simultaneidad, mutación y misterio asociada con el ambiente gótico que priva en el departamento de la calle de Donceles donde sucede la acción. El nexo entre la tía vieja y la joven sobrina llaman la atención tanto en las novelas de James como en la de Fuentes, pero a mi parecer las protagonistas están más cercanas a la Miss Havisham y a Estella de Grandes esperanzas de Dickens que a las de Los papeles de Aspern. Además de que hay un guiño a Lewis Carroll en la coneja que acompaña a la señora Consuelo en su recámara. Aura es definitivamente un relato fantástico en donde los tres personajes entran en un juego de espejos y reflejos en el tiempo: se duplican y se simplifican, aparecen y desaparecen, se tornan jóvenes y se vuelven viejos. Felipe Montero se convierte en una especie de prisionero de las dos mujeres y de sus historias, pues una vez que pone pie en el departamento ya no logra salir jamás, como en El ángel exterminador de Buñuel, y sucumbe al poder hipnótico de ellas y de su prestidigitación temporal. Pero la metáfora sustancial es de tipo barroco: juventud, amor, sexo, vejez y muerte poseen una relación mucho más estrecha de lo que solemos imaginar.