Proliferaron las promesas

 

Mireille Roccatti

Aún se escuchan los últimos ecos del “debate” y la trascendencia de lo efímero se diluye en las versiones de quienes escucharon y vieron el último ejercicio de intercambio de mensajes —que a eso se reduce—  de los candidatos a los electores.

Otra vez reconfirmamos que este ejercicio democrático, por lo menos en nuestro país, está lejos de constituir un autentico ejercicio de intercambio dialogal que permita contrastar las diferentes propuestas de los partidos y los candidatos.

Los  grandes ausentes fueron los programas de gobierno,  los “qué” y los “cómo”, y proliferaron las promesas  de todo tipo.  Reitero lo que he venido afirmando, con qué recursos se podrá dar cumplimiento a tantos ofrecimientos. Lo risible del asunto es que podría afirmarse que hubo muchos, múltiples, incontables debates, cada quien vio y escuchó uno distinto. Los candidatos, desde luego, cada uno se vio ganador, sus partidarios coincidieron en que su abanderado ganó, y la comentocracia, los opinólogos y los intelectuales cooptados, según su corazoncito, dieron ganador al candidato que sufraga sus emolumentos o coinciden ideológicamente.

Es cierto que resulta casi imposible opinar objetivamente, pero otra cosa muy distinta es buscar incidir e influir en el electorado sin tomar partido abierta y transparentemente. El debate que yo escuché, como decía, fue un intercambio de promesas, la repetición de los spots con que nos han bombardeado los candidatos los últimos ochenta  y tantos días, y todos siguieron a pie juntillas la estrategia generada por sus equipos de campaña.

El candidato puntero —casi seguro ganador— cuidó su ventaja y buscó trasmitir a los electores los beneficios de votar por él y ganar en lo inmediato ingresos y seguridad.

El candidato de la izquierda regresó al mensaje conciliador e intentó inyectar un mensaje de seguridad en el triunfo. A su vez, la candidata del partido en el poder se subió al ring y asumió una actitud rijosa, que obedeció a la desesperación del tercer lugar, terminó riñendo hasta con el candidato sotanero.

Luego de finalizar el “debate”, la bella capital tapatía testimonió actos de campaña en el puente atirantado, la Minerva, la plaza principal y la explanada del Hospicio Cabañas, en los cuales cada uno de los candidatos expresaron categóricamente haberlo ganado, como si fuese una pelea, una carrera o cualquier evento deportivo y no un ejercicio de plenitud democrática que le permite a la sociedad conocer las propuestas de gobierno a fin de decidir por quién emitir su voto.

Las primeras mediciones posdebate de las intenciones de voto indican que el “debate” poco influyó en el electorado. Las intenciones se mantienen casi inamovibles, habrá que esperar sin embargo, algunos días más, para conocer si influyó o no. Mientras tanto, nadie puede cantar triunfos anticipados o asegurar derrotas. Como en el beisbol, esto no acaba hasta que se acaba.