Redituable cortejar a jóvenes universitarios


 

 

El idealismo de una persona aumenta conforme

aumenta la distancia entre esa persona y los problemas.

Anónimo

 

 

José Fonseca

La campaña por la Presidencia ha sido galvanizada por la irrupción en la escena política de un movimiento estudiantil que, por más esfuerzo que se haga, empieza a convertirse en político, por lo variopinto de sus manifestaciones públicas.

Más allá de la eventual trascendencia de este movimiento, mayoritariamente conformado por grupos estudiantiles del Distrito Federal, no es ocioso preguntarse el origen de su descontento, más allá del lugar común de la natural rebeldía juvenil.

En este espacio tenemos la hipótesis de que el origen de ese descontento es el resultado de una cadena de hechos y circunstancias descritas por Pedro Salazar Ugarte en un capítulo de su libro Crítica de la mano dura (Océano).

“Un sentimiento de frustración y desengaño que flota un poco en todo el país se ha traducido en un peligroso discurso antipolítico que amenaza con derribar las columnas institucionales de nuestra frágil democracia. Día a día aumentan las voces que despotrican igual contra los partidos, políticos, los órganos legislativos, los jueces de todos los niveles o, si la coyuntura lo permite y los ánimos lo aconsejan, contra otras instituciones que fueron frutos discretos y accesorios de la propia transición, como los institutos electorales, las comisiones de derechos humanos, los institutos de transparencia, etcétera.”

“Se pone en jaque el entramado institucional de la democracia, independientemente de las intenciones genuinas o no de los promotores del discurso, porque no existe sistema democrático sin instituciones representativas u órganos de garantía.”

El discurso antipolítico aludido por Pedro Salazar Ugarte es el de un sector de las opiniones ilustradas e informadas, unos por protagonismo, otros por obsesiones ideológicas poco democráticas, los más por simple partidismo malamente disimulado.

El discurso antipolítico ha calado especialmente en sectores de universitarios, quienes no atisban un horizonte promisorio en las actuales circunstancias.

Más allá del sesgo antipriista que empieza a adoptar el movimiento estudiantil, asediado por los profesionales de la agitación política, destacan los titubeantes esfuerzos de los cuatro candidatos presidenciales para responder o capitalizar un discurso que desprecia lo que es cada uno de ellos: políticos profesionales.

En la idealización de la “revolución del Blackberry” se soslaya el riesgo de que a través de las ahora multielogiadas redes sociales se diseminen los discursos de rencor y odio característicos de la sinrazón y mala fe de las campañas electorales.

Un atisbo nos dieron los acontecimientos en Querétaro, donde un grupo de presuntos universitarios agredió violenta y físicamente la camioneta que creyeron que conducía al candidato presidencial del PRI. O, como lo ha mencionado el colega Rafael Cardona, los gritos de “!Te odio!”  o la manta colocada en la Estela de Luz que aludía a Mario Aburto.

Gravísimo y peligroso que, ocupados como están en explotar a su favor el movimiento #132, salvo contadas excepciones, la mayoría de los actores políticos de esta campaña presidencial no hayan condenado esa violencia. Es más redituable cortejar y halagar a los jóvenes universitarios, aun a quienes gritaron: “¡Si hay imposición, habrá revolución!”

En ese clima contaminado por los mensajes de odio y rencor de cuando menos dos candidatos presidenciales, estamos a 30 días de que termine la campaña.

En ese clima contaminado iremos a elegir al nuevo presidente de México dentro de 34 días.

jfonseca@cafepolitico.com