Nación al borde del desastre

Félix Fuentes

Cuando esta edición empiece a circular faltarán unas horas para saber quién será el próximo presidente de México, en el entendido de que Josefina Vázquez Mota no se ve ganadora por cerrar su campaña a más de 20 puntos del puntero Enrique Peña Nieto.

El sucesor de Felipe Calderón recibirá la nación al borde del desastre debido a los graves problemas de inseguridad, ínfimo crecimiento, desempleo, escasa producción alimenticia y la pobreza de entre 58 y 60 millones de compatriotas.

Hoy se asegura en los distintos estratos sociales que los daños causados en 12 años de panismo son superiores al llamado “pasado corrupto” del PRI con duración de siete décadas.

La infraestructura nacional de carreteras, presas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos e instituciones —como la UNAM, el Politécnico, el IMSS, el ISSSTE y algunas otras— fue hecha en la era del partido tricolor.

El panismo se encaramó en el viejo régimen priista, y, en vez de modernizarlo, incrementó la corrupción hasta pudrirlo. México figura hoy en el ámbito internacional como nación de las más corruptas.

El “cambio” de Vicente Fox que engañó a millones de mexicanos se quedó en las tepocatas, las víboras prietas y… en la basura. Se recuerda al presidente de las botas por su matrimonio con Martha Sahagún, quien se desempeñó como vicepresidenta y abrió las puertas que pudo a fin de que sus hijos se cargaran de riquezas.

De la obra pública sólo se recuerda a Fox por la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México, y culpable del conflicto de Atenco, habiéndose apoderado de un ejido de las costas del Pacífico.

De Felipe Calderón era esperado mucho más porque fue presidente de su partido y coordinador de diputados panistas. Pero resultó igual o peor que Vicente Fox porque su gobierno fue integrado por “cuatitos” de él, como dijo el senador Manlio Fabio Beltrones.

Calderón constituyó un gobierno mediático y gastó megafortunas en medios electrónicos y de la prensa escrita para repetir y repetir realizaciones inexistentes, como ésa de los 15 mil kilómetros de carreteras, sin que él diga o sepamos dónde se localizan.

Esas carreteras ya existían, y hoy son arterias de terror. Desde hace cuatro años, los regiomontanos empezaron a decir que era imposible circular de Monterrey a Reynosa porque la delincuencia despojaba a los conductores de sus vehículos, y si alguien tripulaba alguna camioneta u oponía resistencia a los delincuentes, ya podía darse por muerto.

Igual se habla de otras vías de comunicación, como la de Acapulco a Zihuatanejo, la Vía del Sol de México a Acapulco, la de Zacatecas a Guadalajara y, en general, las del norte del país, o Michoacán, Guerrero y Veracruz. Casi todas causan miedo y muy poca gente se aventura a recorrerlas de noche.

Un empresario de la comunidad judía me comentó: “Cuando mi padre llegó a México, esta nación era un paraíso, de intenso trabajo y tranquilidad, aquí crecí y tuve tiempo de disfrutar de esa situación. Pero nos robaron el bienestar y tenemos miedo a todo, a circular por las carreteras, o salir de noche a algún restaurante o un cine”.

Es como si México se hubiese derrumbado en tan poco tiempo y hoy no tengamos esperanza de vivir en paz y ver pronto la luz al final del oscuro túnel.