El cambio soy yo
Marco Antonio Aguilar Cortés
Morelia.- Los menos cuidadosos de los cuatro candidatos a la Presidencia de México, en sus actos y expresiones durante el desarrollo del actual proceso electoral, son Andrés Manuel López Obrador y Josefina Vázquez Mota.
Ambos se lanzan con mucha facilidad en contra de sus adversarios. Son de mecha corta, de piel sensible, se disparan para todos lados, pues su temperamento personal así se los exige; aunque en este último debate Andrés Manuel estuvo refrenando su actitud tradicionalmente agresiva.
Una vieja expresión denostativa es ahora frase común utilizada, en su fondo, tanto por Josefina como por López Obrador. Cada uno la emplea sólo con el ligero cambio que su interés le impone.
Afirma Vázquez Mota: “PRI y PRD son lo mismo… dos rostros de la misma corrupción y del mismo autoritarismo”; mientras Andrés Manuel asevera: “El PRIAN, compuesto por el PRI y por el PAN, es la misma gata, pero revolcada”.
Ante lo anterior, Enrique Peña Nieto ha externado que “son curiosos esos señalamientos, ya que las más recientes uniones de partidos políticos han sido las del PAN con el PRD, con mutua actitud enfermiza en contra del PRI”.
Esos decires deben movernos a la objetiva observación, a efecto de reflexionar, con toda responsabilidad, si existen semejanzas y diferencias sobre estos tres partidos políticos y sus actuales candidatos.
Y, desde luego, no es que vaya a discriminar al Partido Nueva Alianza, también contendiente con Gabriel Quadri de la Torre sino que, siendo de tan reciente registro, todos sabemos que ese instituto político es un tierno desprendimiento del PRI, y lleva en sus documentos básicos y en sus recursos humanos el ADN del PRI.
Sin embargo, también el PRD se desgajó del PRI en un desgarramiento no tan lejano como para poder ahuyentarse de lo bueno y lo malo de su ancestro.
Además, algo similar aconteció con el PAN, el que, toda proporción guardada, se funda en la Navidad de 1939 con recursos humanos y motivación del Partido Nacional Revolucionario, sustituido el 30 de marzo del 1938 por el Partido de la Revolución Mexicana.
El PRM fue creado por el presidente Lázaro Cárdenas para desmontar el aparato político establecido en 1929 por Plutarco Elías Calles en el contexto del maximato, sustituyendo la estructura regional por la corporativa, lo que, entre otras cosas, molestó a muchos callistas, quienes alentaron la fundación del PAN, de muy diversas maneras cada uno: Luis Cabrera Lobato, Juan Andrew Almazán y Manuel Gómez Morín.
Pero es lógico que todos nuestros partidos actuales hayan salido de esa raíz llamada PNR, puesto que la generación de Calles lo creó como un entero, como la suma de todas las agrupaciones políticas del México de aquel entonces.
Así que el mismo ADN político corre por todo el torrente sanguíneo de nuestro sistema de partidos. Por eso, seguramente, al agudo Jacobo Zabludovsky se le hace posible en este tiempo “que dos aspirantes rivales entren de manita sudada a Los Pinos y compartan la cama (es un decir) durante seis años”; y acaso por el amor a México, o por el amor al poder, aunque sea compartido.
Así ya no dirían, cada quien por su lado, “el cambio soy yo”, sino el cambio somos ambos. Y el miedo ya no sería para evitar el cambio, sino para generarlo, olvidando que el miedo es un pésimo instrumento político para cualquier fin.
