Impactará en próximas generaciones
Mireille Roccatti
Cuando el lector recorra con su vista estas líneas, estará próximo, o acabará de emitir su voto. Las últimas semanas de campaña se ha generado una gran expectativa, tras un arranque deslucido en el cual se percibía un electorado apático. Los jóvenes le impusieron nuevos derroteros y la ciudadanía se observa más participativa, sin que pueda esperarse que disminuya el abstencionismo que casi seguramente rondará el cuarenta por ciento.
En este proceso electoral se juega el futuro del país, no sólo se renueva el Ejecutivo federal y ambas cámaras del Legislativo federal, habrá elección de gobernadores en seis entidades y el Distrito Federal, además de renovar legislaturas locales y presidencias municipales, en total con elecciones locales en 16 entidades, sí incluimos las regidurías, se sufragará por cerca de cuatro mil cargos de elección popular.
La trascendencia es enorme, porque del resultado dependerá el ajuste o cambios al actual modelo de desarrollo económico, el que deja como saldo tras treinta años la pobreza extrema de más de la mitad de la población, de los cuales 28 millones sufren de pobreza alimentaría y, en contraste, una acumulación brutal de la riqueza en tan pocas manos como nunca en nuestra historia.
El rumbo que se imprima al devenir de la nación impactara en las próximas generaciones. Es urgente generar empleos para los jóvenes tanto para quienes abandonan sus estudios como para los egresados del sistema educativo en sus diferentes niveles. Es también prioritaria una profunda reforma educativa. La política educativa —que nadie se engañe|— es una política pública que corresponde al gobierno, a nadie mas, el problema devino por la impericia e ineptitud de quienes desde el Ejecutivo federal en los dos últimos sexenios han compartido con el SNTE el ejercicio mismo del poder.
Es cierto que la atención mediática se ha centrado en la elección del próximo presidente de la república, no obstante la composición de las cámaras de diputados y senadores pudiera resultar en un incremento de la gobernabilidad si, como parece que ocurrirá, el partido que obtenga la presidencia alcanza también mayoría legislativa. Aunque habrá que precisar que el hecho de que hubiese habido “cohabitación” política desde 1997 no significa que sea cierto que esa circunstancia imposibilitó gobernar, porque se gobierna con políticas públicas, con acciones ejecutivas, con el ejercicio mismo de las facultades que, en un sistema presidencialista como el nuestro, aún conserva el presidente. Y por otra parte, Calderón realizó más reformas constitucionales que Fox, y éste a su vez más que Zedillo, lo cual desmonta el argumento de algunos intelectuales que quieren cargar las tintas de la ingobernabilidad a que el Ejecutivo tuvo legislativos sin mayorías de su partido.
Este 1 de julio los mexicanos definiremos el rumbo del México de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.
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