Martha Bañuelos

París.- Vladimir Putin llegó a París, directo de Berlín en donde se encontró con la canciller de Alemania, Angela Merkel, a quien trató con más cordialidad que al presidente de Francia, Francoise Hollande, para apoyar “una solución política” en cuanto al tema de Siria y a la misión de Kofi Annan, afirmándole que no se podía “hacer nada por la fuerza”. 

A pesar de que la reunión parisina con Putin fue en medio de manifestaciones, Berlín y París tenían la esperanza de obtener de Rusia, una voz para la salida de la revolución siria. El propósito de persuasión de los europeos, continuó en la cumbre de la Unión Europea y Rusia que se celebró en San Petersburgo.

En París, durante la conferencia de prensa de ambos presidentes, Hollande recordó: “El régimen de Bachar Al-Assad se condujo de manera inaceptable, intolerable. Cometió actos que lo descalifican. La única salida posible de esta situación, es su partida”. Mientras que Putin, favorable a las sanciones y a las presiones sobre el régimen sirio, duda sobre la eficacia de tales medidas, denunciando “los riesgos de desestabilización y guerra civil en Siria”.

El apoyo al régimen sirio, y el rechazo de toda resolución contra Damasco en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia tiene derecho de veto, impide toda iniciativa efectiva de las Naciones Unidas y de la comunidad internacional. Algunos creyeron ver una seria advertencia de parte de Moscú sobre Bashar Al-Assad con el voto de Resolución condenando la masacre del centenar de mujeres y niños en Houla, pero Vladimir Putin, en el expediente sirio, confirmó: “Nunca hemos abandonado a un amigo”.

En febrero, el Ministro de Asuntos Exteriores Sergueï Lavrov, partidario de la política árabe soviética y Mikhaïl Fradkov, antiguo Primer Ministro de Putin, reiteraba en Damasco los sólidos apoyos a Bashar Al-Assad a quien desde hace un año se le suministran armas, bajo el pretexto de reforzar la seguridad en su embajada y también en su base militar rusa de Tartous, sobre la costa mediterránea de Siria. Igualmente, Moscú envió instructores, consejeros militares y nuevos medios de información.

Porque Putin, quien siempre ha denunciado, las intrigas de los Estados Unidos y ha mostrado su desconfianza contra las revoluciones árabes, declara que los islamistas fundamentalistas son los vencedores de las supuestas revoluciones, que conllevan riesgos de contagio en el Cáucaso, en Asia Central y en las Repúblicas musulmanas del sur de Rusia.

Los diplomáticos europeos esperan que de un día para otro caiga el régimen de Bashar Al-Assad; por lo tanto exhortan a Moscú para que ponga todo el interés necesario para anticipar ese cambio y así seguir manteniendo su influencia en la región. La solución es organizar la salida del Presidente Bashar Al-Assad y establecer un gobierno de transición, donde instalarían una parte de sus partidarios.

François Hollande no excluyó “una intervención armada, a condición de que se hiciera en cumplimiento del derecho internacional, es decir con la deliberación del Consejo de Seguridad”. Un consejero de Vladimir Putin contestó que sólo se trataba de “emociones políticas”.