Carlos Guevara Meza
El domingo 3 de junio el presidente sirio Bashar el Assad se dirigió al nuevo parlamento con un discurso en donde dijo textualmente que Siria está en guerra.
Esto no debe ser entendido como el reconocimiento tardío de un hecho ya conocido por todos, sino como la manifestación abierta de su posición ante el conflicto: no se van a escatimar medios para sostener al régimen. Tampoco es nuevo, considerando el número y magnitud de los enfrentamientos en los últimos 15 meses, pero queda claro que El Assad está dispuesto a todo; y que la violencia interna, las consecuencias que ha tenido en el extranjero (los enfrentamientos entre pro y anti-sirios en Líbano), el embargo económico y otras medidas internacionales, no han hecho mella en su decisión de permanecer en el poder.
En el discurso, el presidente acusó a la oposición armada de ser la causa de la violencia, incluyendo la masacre de la ciudad de Al-Houla (donde según cifras de la ONU murieron 108 personas, casi la mitad de ellas niños, y fue objeto de condena por parte del Consejo de Seguridad y de la Comisión de Derechos Humanos de este organismo). Siguió acusando a poderes extranjeros de apoyar la revuelta que sólo obedece a esas potencias y no tiene ninguna legitimidad entre la población. Anunció su disposición a dialogar con la oposición, pero sólo con la que ha actuado de manera pacífica, rechazando cualquier encuentro con la resistencia armada.
Mientras la agencia cubana Prensa Latina refirió que entre la población de Damasco el discurso fue bien recibido, el resto de las agencias informativas y diarios internacionales mostraron su preocupación por lo que consideran el anuncio de una escalada en la violencia. Señalan asimismo el fracaso del plan de paz del enviado de la ONU, Kofi Annan, que incluía un alto al fuego que no ha sido respetado por ninguna de las partes (1800 personas han muerto desde que entró en vigor).
Por lo pronto, el “nuevo” presidente ruso Vladimir Putin ha reiterado su apoyo a El Assad, lo que prefigura que el Consejo de Seguridad de la ONU seguirá detenido hasta en las declaraciones, ya no digamos las acciones, por el veto que Rusia puede ejercer en ese órgano. A pesar del activismo de Hilary Clinton, secretaria de Estado norteamericana, Rusia y China no parece que vayan a retirar su apoyo al régimen, y en medio de la crisis económica, tampoco parece que la Unión Europea vaya a buscar más protagonismo.
Mientras tanto, la violencia sigue creciendo. El autodenominado Ejército Sirio Libre anunció la muerte en combate de 100 soldados del régimen, como represalia por las masacres recientes de las que responsabiliza a El Assad, y declaró un ultimátum: si el gobierno sirio no sigue el plan de paz de Annan, ellos tampoco lo harán. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, organismo de la oposición con sede en Londres, confirmó con nombres y apellidos 80 de los soldados muertos, mientras el gobierno sólo reconoció 30 bajas en los últimos combates. Hay guerra, entonces, y guerra para rato.


