Esfuerzo sospechoso e insultante


Marco Antonio Aguilar Cortés

Morelia.- Poco importa si detrás del movimiento “Yo soy 132” hay uno o varios viejillos peligrosos. Puede estar tranquilo el rector de la Ibero José Morales Orozco, y puede ahorrarse Andrés Manuel López Obrador sus consejos, privados y públicos, dirigidos a esos jóvenes universitarios inquietos, tanto en la red como en las calles.

Lo real es la existencia de esos grupos, y su posible crecimiento; empero, lo deseable es que su organización sirva al pueblo de México para resolver los problemas graves que nos  aquejan, y no sólo como instrumento electorero en contra del candidato que lleva delantera.

Por ejemplo, México y Michoacán han sufrido un terrible agravio. Recientemente la empresa Sabritas fue incendiada y destruida en las ciudades de Lázaro Cárdenas, Apatizingán y Uruapan, por parte de comandos armados. Maquinaria, vehículos, almacenes, todo quedó destruido. El simple hecho hace suponer que fue la reacción del crimen organizado ante la negativa de la empresa a pagar cuota, o por venganza. Nadie ha denunciado nada, pero es un delito que se persigue de oficio, y que debe ser atraído por la Procuraduría General de la República, ya que hoy es un negocio de papas, mañana será un negocio de automóviles, cines, refrescos, educación, acero, cerveza, transporte aéreo, o en contra de los poderes: federal, estatal, y municipal.

Frente a esos males es donde debe operar, directamente, ese movimiento juvenil-estudiantil autodenominado “Yo soy 132”, y no únicamente para lanzarse en contra de Enrique Peña Nieto, tratando de hacerle el caldo gordo a López Obrador. De seguir así ese grupo, pobre será su tarea, mediocre su propósito, cuando debe enderezar sus valiosos esfuerzos hacia superiores fines: coadyuvar a resolver problemas de desempleo, inseguridad, corrupción, educación, salud, cultura, mala organización para el trabajo y baja productividad, pésima distribución de la riqueza, entre muchos otros.

Claro que también debe ser objeto de sus afanes el problema electoral, pero los rostros de éste son variados, y no exclusivamente uno: las pésimas normas jurídico electorales que nos rigen, los órganos electorales defectuosos, el enorme costo de las campañas, la pus partidista en todo el gobierno mexicano, los grandes defectos de todos y cada uno de los candidatos a la Presidencia de la República, y de los prospectos a muchos otros cargos electivos.

Por ello, ese esfuerzo juvenil-estudiantil de “Yo soy 132” resulta, ante los ojos de la nación, sospechoso e insultante, al tener tan escueto, singular y mezquino afán. Así, su única pretensión los va a conducir al desengaño.

Es cierto que uno de los asuntos trascendentales de nuestro país es el de las televisoras, pero éste debe ser tratado con enfoques serios, responsables, y no con superficial tinte electoral.

Lamentablemente, ya empieza a darse una lucha entre jóvenes estudiantes. Los que están en contra del PRI, y los que están a favor de este partido político. Esto es grotesco y absurdo. La juventud es digna de fines superiores. La lucha por el poder ciega a los ambiciosos; los conduce a no saber perder y, lo que es más peligroso, a no saber ganar.

Todos somos sensibles a las luchas que plantean grupos juveniles; pero no caigamos en el demagógico error de que tienen razón únicamente en virtud de su edad. Los pocos o los muchos años vividos no aseguran, por ese solo hecho, ni honradez ni sabiduría. ¡Honor a las virtudes!, no a las edades.