Pases de charola, traiciones y confusiones

Alfredo Ríos Camarena

Al publicarse estas líneas, faltarán unas horas para el último debate entre los candidatos a la Presidencia de la República y prácticamente ingresaremos a la recta final de la jornada electoral.

Aun cuando no se han modificado sustancialmente los sondeos de opinión pública, y Enrique Peña Nieto sigue siendo el puntero, se ha calentado el ambiente y se han dado circunstancias que llaman la atención.

Por una parte, las encuestas no sólo reflejan —como dicen las empresas que a esto se dedican— la fotografía del día, sino también tienen efectos en el ánimo del electorado que pueden afectar el voto, sobre todo de los llamados indecisos; por eso, la encuesta del periódico Reforma, que no coincide con ninguna de las demás, es notoriamente atípica, y habría que estudiar su metodología y los motivos ocultos que pudieran haberla generado, pues favorece abiertamente al candidato López Obrador, personaje diametralmente opuesto a la línea editorial de ese diario; algo está sucediendo que motivó este ejercicio.

En otro orden de ideas, la publicación de una grabación que se dio en la cena, en la que supuestamente se solicitaron seis millones de dólares para la campaña de López Obrador, también es parte de este momento en que se aceleran las campañas y también la guerra sucia, aunque, claro está, que los empresarios asistentes son contratistas de obra pública que han recibido beneficios de los últimos gobiernos del Distrito Federal.

Otro elemento que llamó poderosamente la atención de analistas y en general de la población, fue la inusitada e inesperada declaración del ex presidente Vicente  Fox, quien prácticamente llama a votar por Enrique Peña Nieto; sus motivaciones personales deben estar fincadas en el rencor contra el presidente Calderón o en el temor del crecimiento de la candidatura de las izquierdas.

A mayor abundamiento, el ex presidente Fox escribió el día 5 de junio en el periódico El Universal lo siguiente: “Mis ideales políticos permanecen intactos, mal haría yo en negar mis orígenes, en desdeñar mi alma política, en no reconocer un proyecto en el cual confío y en el cual he recibido apoyo en momentos trascendentes en mi vida pública y privada. Pero antepongo a todo ello, mi amor por México…” (¿? Sin comentarios…). Se complementa esta circunstancia con el apoyo hacia Peña Nieto del que fuera presidente del PAN, Manuel Espino, y con otras más, que lo que indican es que “la cargada ya se definió”.

Considero que el PRI no necesita de tránsfugas para obtener su victoria electoral, que por cierto, se agregan otros personajes de la izquierda como: Rosario Robles, René Arce, Víctor Hugo Círigo y Ruth Zavaleta, entre otros, quienes a través del Partido Verde, se suman a la candidatura triunfadora.

Por lo pronto, es un hecho reconocido la debacle del partido en el gobierno y la disminución en las cifras de su candidata, Josefina Vázquez Mota.

En el entorno de estos perversos juegos, se mueven los intereses económicos y políticos de muchos grupos de poder y, también, la actitud respetable, pero ingenua, de los jóvenes del movimiento Yo Soy 132, quienes no acaban de definir el objetivo; si se trata de un antipeñismo, es un movimiento que sólo durará unos días más y esfumará su esperanza en el corto plazo. Ahora bien, si los objetivos que han definido para democratizar los medios, siguen siendo sus principales banderas, seguramente tendrán vigencia tanto tiempo como quieran sus auténticos promoventes, los estudiantes de verdad.

Las cartas están echadas, las decisiones de los votantes están en un alto porcentaje decididas y todo hace suponer el triunfo de Enrique Peña Nieto y el regreso del PRI al gobierno; qué bueno que así sea, a los priístas de viejo cuño nos enorgullece y nos alienta.

No obstante, la guerra sucia de las campañas ha ensombrecido el panorama democrático; las cenas recaudatorias o “de pase de charola”, las encuestas a modo o las traiciones inexplicables en las cúpulas partidarias, no favorecen a nadie; como tampoco lo hacen las acciones penales que puedan tener motivaciones políticas.

El juego debe ser limpio y transparente, los mexicanos queremos un Poder Ejecutivo fuerte, que nazca de la certeza y la imparcialidad y que se ajuste al proyecto de nación que mandata la Constitución General de la República.