Se creyó su propio discurso


 

 

La mentira más común es aquella en la que

      un hombre se engaña a sí mismo.

Friedrich Nietzsche

 

 

José Fonseca

¿A dónde va Andrés Manuel López Obrador con la táctica de afirmar, otra vez, que ya aventajó al candidato priista Enrique Peña Nieto?

Es posible que se trate de construir una narrativa que, al conocerse los resultados de la elección presidencial la noche del próximo uno de julio, pueda alegar que fue víctima de un fraude.

Hace seis años, a pesar de que su propia encuestadora reveló que los datos de las dos semanas previas a la elección presidencial hablaban de un empate entre los candidatos  Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, éste repetía incesantemente que llevaba una ventaja de 10 puntos.

La noche de aquella elección se proclamaba triunfador, aunque las cifras del IFE decían lo contrario.

Esa negación de la realidad y la necesidad de evitar que la frustración de aquéllos a quienes engañó con números imaginarios los llevara a abandonarlo, le llevó a organizar el plantón de Reforma que tanto le costó a él y al PRD. De alguna manera tenía que encauzar la frustración y apuntarla a los que, según él, le robaron la Presidencia. Fue una acción desesperada para asegurar su sobrevivencia política.

Alguna vez escribió Rex Stout que lo peor que le puede pasar a un político es creer en todo lo que dice.

Ese ha sido el problema con el candidato presidencial de las izquierdas, que durante seis años ha recorrido la república repitiendo la misma conseja: ¡Nos robaron la Presidencia!, y parece que ya se convenció a sí mismo que sí. Ya se creyó todo su discurso.

Ahora, luego de alcanzar el segundo lugar en las preferencias electorales, pero aún lejano del primer lugar, vuelve a la carga. Se saca encuestas de la manga, encuestas que, afirma, prueban que ya rebasó a Enrique Peña Nieto.

Ha retomado el discurso de ¡ya ganamos!, sólo falta el ¡sonríe! de hace seis años.

Lo peor es que para muchos ser seguidor de López Obrador es casi un acto de fe. Y, como político profesional, sabe que sus seguidores pueden darle la espalda si descubren que los engañó hace seis años y que los ha vuelta a engañar.

Es posible que, contra lo que algunos pensamos, López Obrador no se engaña a sí mismo, que sólo intente mantener la fidelidad de aquéllos para quienes se ha vuelto no sólo un caudillo, sino casi un profeta a quien debe oírse.

Como sea, a menos que le alcance el cansancio de peregrinar durante tantos años, intentará de nuevo desconocer el resultado de la elección presidencial.

En el mejor de los casos habrá marchas y plantones. En el peor escenario, ya arrinconado por su propia realidad, podría propiciar violencia callejera, para así crear ingobernabilidad para quien quiera que le gane la Presidencia.

La frustración puede llevar a acciones delirantes.

 

jfonseca@cafepolitico.com