El voto y la jornada poselectoral
Marco Antonio Aguilar Cortés
Morelia.- Desde hace semanas, Andrés Manuel López Obrador repite, con toda la lentitud de su prosodia, pero con una siniestra audacia, yo soy el cambio, yo soy el próximo presidente de México, y hablaré de inmediato con Felipe Calderón para que los proyectos de Ley de Ingresos y Presupuesto de Egresos del 2013 lleven ya la directriz de mis propuestas.
Así que de “presidente legítimo” de nuestro país piensa pasar a ser simplemente presidente de la república. Su primer sexenio, “de legítimo”, es de 2006 a 2012; su segundo sexenio será, según su proyecto, de 2012 a 2018.
¡Sencillo!, más que sencillo. Y piensa el tabasqueño que no hay ninguna ilicitud ni irregularidad en ello; empero, hasta hoy domingo primero de julio se inicia la etapa de la emisión del voto, y los resultados todavía no se conocen. No cabe duda que suplir la voluntad del votante resulta, siempre, una falta de respeto para el elector.
Y como ciudadanos en el ejercicio de un derecho, y en el cumplimiento de un deber, nos apersonaremos en nuestra respectiva casilla para depositar nuestro voto.
Obvio que todos estaremos al pendiente de que se respete nuestro sufragio, y lo haremos valer por las vías legales, sin generar violencias que alteren más el país.
Queremos un cambio pacífico y para bien de los mexicanos. Y las opciones reales y actuales de ese cambio, el día de hoy, son cuatro: Enrique, Josefina, Andrés Manuel y Gabriel. No es cierto que sólo haya dos caminos: el del mal y el del bien. Es dogmático y avieso quien afirma: “yo soy el bien; todos los otros son el mal. Si no gano hay imposición, y si se da la imposición habrá revolución”.
¡Qué irresponsabilidad!, estando en este caluroso verano del 2012, en donde con las altas temperaturas, se ven por doquier nubes de tormenta, las que nos hacen recordar esa parte del poema de la Suave Patria del jerezano Ramón López Velarde:
“Truenos de temporal: oigo en tus quejas crujir los esqueletos en parejas, oigo lo que se fue, lo que aún no toco, y la hora actual con su vientre de coco. Y oigo en el trueno de tu ida y venida, ¡oh trueno!, la ruleta de mi vida.”
Epoca de esqueletos que crujen por montones, en donde oímos, vemos y sentimos, todo lo que se fue, lo que se ha ido, y se ha perdido.
Y en donde vemos, también, y lo escuchamos, lo que nos espera en un futuro que aún no tocamos, pero que ya está aquí.
Y entre los truenos de nuestras idas y venidas, irrelevantes las más, topamos con un destino trágico y pobre: la ruleta caprichosa de la vida.
Pero esos elementos poéticos y proféticos, del ayer, están ya en una atmósfera moderna de cibernautas, con planos inclinados y desarrollada electrónica, en la jornada postelectoral que ahora cubrirá a todo México, tan costosa como sucia, tan inútil como tormentosa, al igual que lo fueran los meses de campaña. Todo esto, a costa nuestra, y en contra nuestra.
Quiera el destino y la voluntad de los mexicanos que, por el contrario, sea a favor de México y de todos los mexicanos.
